Hola ¿Cómo están? Les
comparto el capítulo veintiuno de La
princesa valiente.
Espero que les guste.
21
Temores
— Ojala pudiéramos
quedarnos para siempre— dijo James, acariciándome el cabello. Las
hojas del suelo crujieron cuando me volqué para mirarle la cara.
— ¿Aquí?—
pregunté—. ¿En medio de la nada?
— Así es.
— Entonces puedes
quedarte— dije. Me puse de pié y corrí entre los árboles. James
se levantó del lecho donde descansábamos y me persiguió. El sol me
encegueció al llegar al borde del río.
James me alcanzó.
— ¿Te cansaste?—
preguntó. Me tomó de las manos.
— Pensé que querías
quedarte para siempre en el bosque— bromeé, mirándolo a los ojos,
con mi frente apoyada en su frente. Él se rió.
— Quería quedarme
contigo, tonta— dijo. Acercó sus labios y me besó. Enredé mis
dedos en su cabello, disfrutando del sabor que me inundaba la boca.
Un sonido nos sobresaltó.
— ¿Qué fue eso?—
pregunté.
— Ni idea— dijo
James.
Volvió a oírse. Fue
como si toda una bandada de pájaros aterrizara en la rama de un
árbol, pero ningún canto flotó en el aire. James soltó mi mano y
se acercó al borde del bosque. El sol destelló en su espada.
— ¡James!— El grito
explotó en mi garganta. La mantícora se dejó caer y en menos de un
parpadeo, James estaba tumbado bajo sus garras. El crujido de sus
huesos fue tan espeluznante como la mancha roja que se filtró entre
las hojas.
Caí de rodillas, incapaz
de desviar la mirada del horror, de asimilar que la escena de muerte
que estaba ante mis ojos, cuando el monstruo alzó la cabeza. El
rostro de Darbious me dedicó una sonrisa antes de hablar.
— ¡Madeleine!— era
una voz femenina—. ¡Despierta!
Alguien me sacudía los
hombros. Abrí los ojos y quedé mirando de frente Bianca. La aparté
de un empujón.
— ¡Aléjate de mí!—
grité, cubriéndome la cara con la manta. La chica volvió a
acercarse.
— Tranquila, Madeleine:
fue solo una pesadilla.
Eché un vistazo
alrededor, a los arboles que se agitaban a la derecha, a las aguas
del riachuelo que corría por mi izquierda: el sol de la tarde los
teñía de un siniestro color sangre. Miré de nuevo a Bianca,
arrodillada frente a mí, y me sonrojé.
— Lo siento…— llevé
una mano a mí frente. Un sudor helado me caía desde el cabello.
— ¿Quieres beber té?—
ella me ofreció una taza y la acuné entre mis manos.
— ¿Encendiste fuego?
— Si: necesitaba beber
algo caliente.
— No debiste hacerlo:
es peligroso. Mi tía cree que alguien puede seguirnos el rastro.
— ¿Vas a regañarme o
te tomarás el té?
— Vale—
le di un sorbo a la infusión. Miré
a un costado y vi a mi tía, acurrucada entre un montón de mantas.
Más allá, Oliver emitía un ronquido que casi opacaba el canto de
las aves—. ¿Dónde está James?
— Salió a dar una
vuelta con mi hermano.
— ¿Una vuelta?— miré
los grifos, acicalándose a pocos pasos de nosotras: estaban los
siete.
— Cosas de chicos. A
Marcus le pareció ver el rastro de un ciervo y James lo acompañó
de cacería.
— No sabía que a tu
hermano le gustaba cazar. No parece un chico tan de armas tomar.
— No lo es. Lo hace por
celos.
— ¿Celos? ¿De quién?
— De Oliver. No soporta
que me fije en él.
— ¿Y qué tiene que
ver eso con la caza?
— Quiere demostrarme
que Oliver es un tonto, y cree que lo conseguirá si hace todo mejor
que él.
— ¿Y lo lograría?
— ¡Por supuesto que
no!— exclamó Bianca. Desvió la mirada para comprobar que su amado
siguiera dormido—. Oliver es más que un chico valiente.
— Se nota que estás
enamorada de él— dije, y ella se sonrojó.
— Si, puede ser…
Quise preguntarle si
Oliver sabía de sus sentimientos, pero me pareció poco apropiado.
Sacar el tema me hubiera obligado a confesar las sospechas de su
hermano y no quería que se pelearan por mi culpa. Ya tenía
suficientes problemas como para meterme entre Marcus, Bianca y
Oliver.
— ¿Crees que cacen al
ciervo?
— Mi hermano no es tan
bueno— Bianca sonrió—. Además, con los gritos que lanzaste
recién, seguro que lo espantaste.
— ¿Gritos?
— Mientras dormías.
Por la manera en que dijiste el nombre de James, me figuro que no
soñaste nada agradable.
— Así fue— desvié
la mirada, azorada al pensar cuanto de mi sueño se tradujo a través
de mis labios. Pasó un minuto antes de que Bianca volviera a hablar.
— ¿Qué tal van las
cosas entre él y tú?
— ¿A qué te refieres?
— No soy tonta ¿sabes?
Se nota que entre tú y James hay algo— Yo levanté las cejas y
Bianca se rió—. Conozco a James lo suficiente para saber cuando
está admirado con alguien, y lo está de ti, créeme.
Fruncí el ceño.
— A veces me gustaría
darle una bofetada y arrancarle todos esos sentimientos— dije—.
No soporto que arriesgue tanto su vida por algo que no es suyo.
Debería estar con su familia en vez de estar todo el día
protegiéndome las espaldas.
— Necesitas más que
una bofetada para cambiar su comportamiento. Yo no lo conocí, pero
dicen que su padre era igual, que no le importaba arriesgar todo por
ayudar a otras personas. Seguro que a James le preocupa su familia,
pero sabe que por ahora estará a salvo en La Torre del Abismo, y que
tú eres la que corre un peligro más inminente.
— Cuando libremos
Dermorn de los Brendam, le permitiré a papá casarme con el primer
tipo que se le cruce por la cabeza. ¡Quiero ahorrarme el dolor de
cabeza de estar enamorada!
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