viernes, 14 de agosto de 2015

Eventos desafortunados


Hola ¿Cómo están? Hace tiempo les compartí los primeros capítulos de Una bruja entre tinieblas, la primera novela que intenté escribir, aunque nunca terminé.


Hoy les quiero compartir el capitulo tres. Siempre fue uno de mis favoritos, aunque hace bastante tiempo que no lo leo, y no sé que me parecerá ahora. Me gustaría conocer su opinión.

3

Eventos desafortunados


La lluvia, que esa mañana caía de manera torrencial sobre la oscura capital británica, azotaba el exterior del  coche que avanzaba la calle congestionada. En las aceras, la gente se escondía bajo gruesos abrigos, ya que hacía un frío nada habitual para la época. Todos parecían más apresurados, poco dispuestos a exponerse mucho tiempo a tan hostiles condiciones climáticas. Esto hacía que el ánimo de las personas fuera muy bajo y que la paciencia para enfrentar los problemas que surgían en consecuencia fuera leve.
   A nadie parecía importarle esa chica pelirroja que lloraba incansablemente, con sus ojos puestos en el empañado cristal que le impedía ver los objetos del exterior, mostrándole todo un mundo de desenfocadas formas grises. Su rostro se veía apenas iluminado por una pequeña lamparilla que le brindaba luz a todo el interior del automóvil. Tenía puesto un suéter  gris con un escote bastante amplio, dejando entrever la camisa blanca que llevaba debajo. Lucía también una oscura falda  que bajaba hasta la mitad de sus piernas, unas zapatillas negras y unas gruesas medias de nylon para no sentir frio. A su izquierda, sobre un asiento vacío, había una arrugada gabardina, y en su regazo, tenía dos periódicos viejos: Sobre el que estaba arriba, podían verse unas cuantas lagrimas secas.
   Nada de todo ello era coincidencia. El deprimente viaje en coche, su nada alegre vestimenta, e incluso  su incontenible llanto, se debían a una fatal serie de acontecimientos que se habían desarrollado a lo largo de poco más de una semana, y que parecían no llegar jamás a su fin.
   El conductor, un hombre calvo y enano que utilizaba unos anteojos redondos, viró a la derecha en una esquina. Mientras lo hacía, miró de reojo por el espejo retrovisor y, al ver a la desdichada chica, susurró:
  — Por favor, ya no llores, linda: todo va a estar bien, no te preocupes…
   La muchacha lo escuchó y, quizás yendo en contra de las reglas de la buena educación, se limpió las lágrimas con la manga del suéter y se refregó la nariz, desesperada. Es que era inútil, por más que lo intentaba, no podía dejar de llorar. Entonces, en un arranque de furia, tomó los dos periódicos y los lanzo hacia un costado. Uno golpeó contra el cristal de la portezuela y cayó al suelo, y el otro se deshojó sobre el asiento que estaba a su lado. El primero era de una semana atrás. En la primea plana de este, junto a una fotografía donde varios bomberos y soldados aparecían excavando con maquinas sobre una enorme montaña de humeantes escombros, podía leerse el siguiente articulo.
                                    HORROR EN GRAN BRETAÑA
Centenares de personas murieron ayer en Londres, en la que es considerada la mayor tragedia en la historia del Reino Unido.
   El mundo entero se ve conmovido por el desafortunado suceso que acabara ayer con la vida de incontables londinenses. Tres rascacielos se desplomaron en el centro mismo de la capital después de que un meteorito del tamaño de un automóvil se estrellara justo sobre la sede del importante banco Welfare and Castle. El miedo se instauró en la población desprevenida de la zona más agitada de la ciudad. Las autoridades creyeron en primera instancia que todo era parte de un atentado terrorista de gran magnitud, similar a los que afectaran la ciudad de Nueva York el 11 de septiembre de 2001.
   Durante el lapso de tres horas que siguió a esta tragedia, las fuerzas militares de todo el país se encontraron en alerta máxima, listas para actuar  en cualquier momento. La ciudad permaneció bajo un estricto toque de queda que permitió a los grupos de rescate de toda la isla llegar con prontitud a la zona del desastre, mientras que decenas de aviones de combate sobrevolaron la metrópoli a cada momento.
   Finalmente, luego de que ningún grupo terrorista se adjudicara la responsabilidad del hecho, y tras la declaración de decenas de testigos oculares, se llegó a la conclusión de que el responsable de tal destrucción, había sido la caída de un objeto celeste. Al menos así lo declaró el Primer Ministro en su esfuerzo por tranquilizar a la población, en el discurso que hizo a las dos de la tarde de ayer, y que fue emitido en directo por todas las estaciones de radio y televisión de Gran Bretaña.
   El texto continuaba en la página siguiente hablando, entre otras cosas, sobre las declaraciones del Primer Ministro inglés, quien había dicho muchos más detalles sobre la tragedia. También incluía una breve entrevista a un astrónomo de la universidad de Cambridge, el cual daba más datos sobre el impacto mismo del bólido, y señalaba que este podía advertir la futura caída de un meteoro de proporciones mucho más colosales.
   El otro periódico se había impreso dos días más tarde, y parte del artículo que aparecía en la primera plana se muestra a continuación.
                                       UNA LUZ DE ESPERANZA
Una chica fue encontrada con vida, convirtiéndose en la única sobreviviente hallada hasta ahora bajo los escombros del banco Welfare and Castle.
   Desde que el meteoro se estrellara en el centro mismo de Londres, hace ya tres días, los grupos de rescate que trabajarían en la zona del desastre tendrían muchísimas decepciones, pues la cantidad de gente sin vida que sacarían a la luz sería demasiado grande. Sin embargo, todos se llevarían una sorpresa cuando, a eso de las cinco de la tarde de ayer, una muchacha pelirroja de alrededor de quince o dieciséis años, fue encontrada con vida en el lugar que el ejército ha denominado “La zona muerta”.
   Si bien decenas de personas han sido salvadas del lugar donde ocurrió todo, estas fueron encontradas en el anillo exterior del círculo de devastación. Pero a medida que uno se acerca al epicentro de la tragedia, el nivel de destrucción es tan terrible que, no solo es casi imposible la existencia de gente viva atrapada, es muy difícil para los rescatistas moverse y buscar ahí. Esa es la zona muerta.
   “Nadie podía creerlo…” nos decía Larry Harman, jefe del grupo de rescate número nueve “…Oíamos sus gritos a través de varias toneladas de escombros. Cavamos lo más rápido que pudimos y nos topamos con el techo de un automóvil. Le hablé, le hice saber lo que haríamos y le dije que todo estaría bien. Ella, atrapada en el interior del coche, lloraba incansablemente. Cortamos el techo, logramos sacarla y entonces se desmayó. La alegría en todos nosotros fue enorme. Habíamos rescatado a alguien vivo y sentimos que nuestro trabajo no había sido en vano.”
   Esta chica, que aún no ha sido identificada, si bien su exacto paradero no ha sido revelado a los medios para garantizar su tranquilidad, se encuentra internada en un hospital de Londres. A pesar de que sufría de cierta deshidratación, está bien y su salud no corre peligro alguno. Eso sí, no se ha encontrado otra persona con vida en “La zona muerta” desde su aparición. Los rescatistas han declarado que de todas formas no han perdido la esperanza de lograrlo.
   Una gran fotografía mostraba el momento en el cual los rescatistas sacaban a la chica del vehículo, tirando de ella con cuidado. Todos parecían felices. En sus caras se podía ver la satisfacción que sentían al haber logrado arrancar a esa muchacha de todo ese mundo de terror y muerte; tenían la certeza de que, gracias a su arduo trabajo, esta bella mujercita viviría una larga vida y desfrutaría de esa segunda oportunidad que el destino le había otorgado. En contraste con todo esto, el rostro de la joven reflejaba el miedo y la angustia que sentía. Se mostraba confundida, no perecía entender lo que sucedía: era una mezcla entre horror y sorpresa.
   Samantha apenas lo recordaba, pero atrapada en el interior del aplastado coche había pasado dos días, que fueron los más terribles de su vida. En mitad de la oscuridad que la rodeaba por todas partes, el pánico se apoderaba de ella y gritaba descontroladamente. La sed, la falta de aire y el no saber si sus padres todavía vivían, hicieron más horrible esa experiencia.
   En su cabeza ella creía tener una imagen viva de los bomberos que, de alguna milagrosa manera, lograron escuchar sus gritos; casi podía volver a sentir como tiraban de sus brazos, como la abundante luz de la superficie le hacía arder los ojos y las voces de la gente resonaba en sus oídos, haciéndola sentir aturdida. Poco después, una niebla le impedía continuar la escena.
   A partir de entonces, sus recuerdos eran más nítidos. Se despertó en una cómoda cama de hospital, sin saber cómo había llegado. Durante horas, varios médicos llegaron a vigilar su estado de salud. Samantha, en todas esas ocasiones preguntó a cada uno de ellos si sabían algo sobre sus padres: quería saber si los habían rescatado y si estaban bien, pero ninguno respondió. Todos evadían su pregunta diciéndole que necesitaba descansar y que tratara de relajarse.
    Un día y medio después de su llegada al hospital, le darían el alta. Cuando el médico que le dio la noticia a Samantha abandonaba la habitación, un hombre calvo y un tanto gordo se adelantó a través de la puerta.
  — Hola, preciosa— dijo amablemente observando a la chica por entre sus anteojos cuadrados y dedicándole una sonrisa amable debajo de un tupido bigote—. Mi nombre es David Williams, pertenezco a Scotland Yard. Tú debes de ser Samantha Scott Lewis ¿no?
  — Si, así es— respondió ella tímidamente— ¿Qué es lo que quiere usted de mí?
  — Ya te enterarás. Primero debes vestirte: te he conseguido ropa— dijo el señor Williams levantando una bolsa que llevaba en la mano—. Es de mi hija Caroline, no creo que se moleste si te la presto.
   Samantha estiró el brazo para tomarla y preguntó:
  — ¿Qué hay de mis padres? ¿Están bien?
   El hombre no respondió. Estuvo en silencio por unos segundos y la chica empalideció de repente. Entonces, justo cuando ella despegaba los labios para decir algo, él dijo:
  — Vístete. Yo te esperaré afuera…
   Giró sobre sus talones y salió en tropel por la puerta.
   Un rato más tarde, la muchacha saldría de la habitación. El señor Williams, que estaba esperándola de pie en el pasillo, se acercó a ella.
  — Bien, debemos irnos— dijo mientras apoyaba una mano sobre el hombro derecho de Samantha. La chica no entendía nada.
  — ¿Dónde están mis padres?— preguntó con la voz temblorosa— ¿por qué nadie me quiere hablar sobre ellos?
   El hombre quiso evadir una vez más su pregunta, mas luego decidió que no había razón para aplazar el momento. Se puso en cuclillas, de modo que su rostro quedó un poco debajo  de la cabeza de la joven, y dijo:
  — Han muerto…
   En los ojos de Samantha empezaron a escaparse unas lágrimas.
  — ¿Están...muertos…? Es una broma… ¿verdad?
  —No— se lamentó el señor Williams— desgraciadamente murieron apisonados por los escombros…
   La desdichada jovencita se desbordó en un incontenible llanto. Se abalanzó sobre el señor Williams y lo abrazó con todas sus fuerzas.
   Ese día, aquel hombre llevó a la chica a una casa de descanso que era un servicio especial del hospital para pacientes que necesitaban un tiempo en paz. En este caso, la adolescente iría a ese lugar a causa de que, como este señor le informaría, no tenía ningún lugar para vivir.
   Los únicos parientes a los que Samantha conocía a parte de sus padres, eran su tío Henry y su esposa Mary Ann. El problema era que ellos también habían perecido: en el momento del desastre, estaban en el interior del banco que ahora se encontraba reducido a un montón de escombros.
   ¿Acaso no tenía otros parientes que le eran desconocidos? Los padres de Edward habían fallecido en un accidente de tránsito, hacía ya diecisiete años. Y si se pensaba en los parientes de Bárbara, se encontraba uno con un misterio, ya que era huérfana: la infancia la vivió en un orfanato y jamás supo quienes fueron sus padres ni por qué la abandonaron.
   La cuestión es que mientras el señor Williams en vano investigaba este asunto, Samantha permaneció en esa pacifica casa de descanso. No hay mucho que decir sobre su estadía. Durante los siguientes dos días a su llegada, se la pasó llorando desconsoladamente. Con el único que intercambió palabra fue con aquel detective que, a pesar de estar muy ocupado, se tomaba un tiempo para ir a visitarla. Incluso fue él quien el tercer día en el hogar, acompañaría a la triste muchacha al funeral de sus padres. No vale la pena revivir los sucesos de ese día, solo se dirá que, cual salida de un deprimente drama de Hollywood, la despedida a los padres de la chica se realizó bajo una lluvia tan fuerte, como constante.
   Al día siguiente, Samantha volvió a ser visitada por el señor Williams a eso de las cinco de la tarde, hora a la cual las personas de ese hogar solían tomar el té con las visitas (si es que las tenían). Hacía mucho frío, de manera que ambos se encontraban sentados alrededor de una mesa redonda, junto a una ventana que daba a un jardín azotado por la incontrolable lluvia. No eran los únicos, aquel gran salón donde se hallaban estaba atestado de mesas como esa: era una especie de restaurant, con la diferencia de que era atendido por enfermeras.
   Samantha había logrado sosegar su llanto, aunque en su cara podían verse aun las marcas de este, y en sus ojos se dibujaba la tristeza de su corazón. La chica había notado muy extraño al señor que estaba ante ella, pues era habitual en él hablar desde el principio de su visita, hasta su partida. En cambio, ese día apenas si había dicho palabra; lo único que hacía era beber  en sorbos muy pausados su té, y observar  pensativamente  a la lluvia azotar la ventana.
   En principio, Samantha no le dio importancia a esto, ya que estaba demasiado ensimismada en sus propios pensamientos y no tenía mucho interés en charlar. Luego entendió que el silencio de ese señor debía ser a causa de algo que lo afectaba internamente y, de ser así, podía ser algo que ella debía saber.
  — ¿Por qué ha venido a verme hoy, señor Williams?— preguntó Samantha con la vos algo ronca debido a la sequedad de su garganta. Bebió un sorbo de té y prosiguió—. Perdone que se lo pregunte, pero acabo de notar que está muy silencioso hoy. No es que sea importante, mas me gustaría saber, si no le molesta, si su actitud tiene algo que ver conmigo. Sé que ha hecho mucho por mí, y se lo agradezco. Sin embargo, usted no es culpable de nada de todo esto, por lo tanto, no tiene ninguna obligación hacia mí. Si por casualidad le es tedioso venir a visitarme, no tiene por qué seguir haciéndolo…
  — No, Samantha, nada tiene que ver mi actitud contigo— dijo el señor Williams—. Bueno, en realidad si  se debe a ti, mas no en el sentido que tú crees. ¡Me agrada venir a verte! Eres una chica sensible y educada ¿por qué me molestaría acompañarte? Además, no puedes estar sola en un momento como este.
  — Gracias— dijo la chica en forma solemne—. ¿Entonces qué sucede? Acaba de admitir estar así por mi causa…
  — Bueno…— titubeó el señor Williams—. Existe algo que debo informarte…—Bebió un sorbo de té y suspiró de manera indignada. La muchacha lo miraba expectante. Comenzaba a perder la paciencia: aquel hombre había vuelto al silencio y parecía no querer continuar.
  — Señor, dígalo ya— dijo Samantha—. No aplace más esto: me está poniendo nerviosa.
  — Es que…— dudó el señor Williams—. Tú sabes que he estado investigándote para saber quiénes son tus parientes y si existe alguno capaz de hacerse cargo de ti ¿verdad?
  — Si, y se lo agradezco una vez más.
  — Claro…—dijo el hombre. Bebió otro sorbo de té—. La verdad es que he movido muchos de los contactos que poseo, pero, por el momento, estos no han dado ningún fruto.
   La chica le quedó mirando con los ojos algo empañados.
  — Eso quiere decir que…
  — Samantha, aun no he agotado todas las posibilidades. Sin embargo, tu papá no tenía ningún pariente vivo a excepción de su hermano Henry, y en lo que atañe a tu mamá…bueno, era huérfana. Me está costando dar con alguien que me sepa decir algo sobre sus padres o…
   La jovencita rompió a llorar. Aquel señor se levantó de su silla, se acercó a ella y se arrodillo a su izquierda, tomándole ambas manos.
  — Escúchame. No me he rendido todavía: estoy seguro de que existe alguna puerta que no he abierto, pero entretanto, no puedes  estar aquí. Los tontos del hospital no pueden seguir manteniéndote y se ha decidido enviarte a un orfanato… No te angusties, es solo por un tiempo. Como ya te dije, debe existir alguien con quien no me he contactado.
  — ¿Y si de verdad no existe nadie que se pueda encargar de mí?— preguntó Samantha con la voz algo ahogada por el llanto.
  — Entonces te vendrás a vivir conmigo— respondió el señor Williams.
  — ¿De verdad?— dijo la muchacha, notoriamente sorprendida. Sus ojos continuaban inundados en lágrimas—. ¿Estás seguro de lo que dice?
  — Por supuesto. Antes debería discutirlo con mi esposa Kate, mas no creo que tenga inconvenientes para aceptarlo.
  — Gracias— dijo Samantha mientras abrazaba a aquel señor con todas sus fuerzas—. No sé que habría sido de mí sin usted.
  — No es nada. De hecho será un gran placer que tú seas parte de mi familia, en tal caso— dijo el detective—. Por ahora nada está decidido: seguro tienes que poseer un pariente que no te conozca y que te pueda recibir feliz en su hogar.
   Cuando Samantha lo soltó al fin, el señor Williams se irguió y volvió a sentarse en su silla.
  — Mañana por la mañana vendré por ti: quiero de ser yo quien te acompañe a ese lugar— dijo cuando la adolescente estuvo más serena—. Será mejor que empaques tu ropa y la dejes lista esta noche, antes de irte a dormir.
  — Eso será muy simple: solo tengo la que su hija pudo prestarme.
  —Mmm… Supongo que he de hablarle sobre el tema a la gente del orfanato— comentó el señor Williams. Miró la hora que marcaba su reloj y se puso de pie—. Debo irme. Aun tengo mucho que hacer y ya se me ha hecho tarde— Samantha se acercó a él y le dio un beso en la mejilla. El hombre le dedicó una sonrisa similar a la que seguro le dedicaba a su hija cuando la veía—. No lo olvides: mañana vendré a buscarte.
   Esa noche, Samantha la pasó terrible. Una fría sensación en el pecho apenas  le permitió dormir. El miedo se había empezado a apoderar de ella otra vez, presentía que algo malo ocurriría.
   A eso de las seis de la mañana, se libró de las mantas que la cubrían y comenzó a caminar en círculos por la habitación. ¿Era de verdad posible que algo horrible estuviera a punto de acontecer? La última vez que había tenido el presentimiento de algo extraño, había ocurrido lo del meteorito ¿Y si estaba a punto de pasar algo parecido?
   Samantha sacudió la cabeza tratando de quitar esas ideas de su mente, sin éxito. Por bastante tiempo permaneció así, mas cuando prestó atención al reloj, se vistió y, llevando una mochila en la cual había acomodado su ropa, decidió ir a aquel gran salón a esperar al señor Williams. Estuvo ahí alrededor de dos horas en las que solo tomó un breve desayuno, sentada sola en una mesa, pensando.
   Era uno de esos momentos en los cuales sus razonamientos se cortaban repentinamente y volvía a la realidad. Una enfermera se le acercaba acompañada de un hombre que ella nunca había visto. Era calvo y tenía unos gruesos anteojos redondos. Caminaba algo encorvado, pero además era de baja estatura: si se hubiera parado recto, apenas podría haber rebasado el hombro de la mujer.
  — Esta es la señorita Scott Lewis— dijo la enfermera cuando estuvieron a su lado. Aquel señor asintió con la cabeza y le hizo señas a la mujer para que lo dejara a solas. Cuando así fue, le tendió una mano a la chica y dijo:
  — Buenos días. Me llamo Jacob Edwards, es un gusto conocerte, Samantha.
  — Igualmente—dijo ella, extrañada.
  — Antes de que me lo preguntes, te diré que he venido para llevarte a…ya sabes…
  — ¿Qué pasó con el señor Williams?— preguntó Samantha—. Me dijo que él mismo se encargaría de venir por mí— notó que la cara del hombre se cubría con un manto de niebla—. ¿Tuvo algún problema?— no obtuvo respuesta—. ¿Él está bien…? ¡Responda de una vez!
  —Mira, linda, no es nada que deba preocuparte. Será mejor que vengas conmigo y olvides este asunto…
  — ¡No!— exclamó Samantha poniéndose de pie y alejándose del hombre—. ¡Aquí ocurre algo y le exijo que me diga lo que es o no me muevo de este sitio!
  — Te juro que no hay nada raro. El señor Williams no pudo venir y me envió a mí en su lugar.
  — ¡Miente! Puedo verlo en sus ojos: usted me está ocultando algo.
  — No, es que…
  — ¡Dígalo ya!
   El hombre agachó la cabeza.
  — Está muerto…— dijo en un susurro.
  — ¿Qué? ¿Cómo es posible si ayer…?
  —Anoche, cuando iba de vuelta a su casa…dicen que fue a causa del mal tiempo…perdió el control del coche y…



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4 comentarios:

  1. Es oscuro, y lo digo literalmente porque cuando aparecio una luz de esperanza para Samantha, la bloqueaste dejandola, literalmente entre tinieblas.

    Aunque igual tiene misterio y conserva mucho el potencial narrativo que posee, todavia falta ¿que pasara con Samantha? ¿cuando se hara presente la magia como lo dice el titulo? etc, etc

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    Respuestas
    1. El capitulo esta largo, y eso que lo corté un poco. Me toma un poco por sorpresa recibir buenos comentarios sobre el libro, porque para mi es difícil leerlo.
      gracias por comentar.
      saludos!!

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    2. No quiero desalentarte a que sigas publicando esta historia, porque si leo mi propio comentario parece que eso estoy haciendo... Bueno, siempre hay partes en una historia que uno considera tristes o oscuras, tu no puedes decir que todos los libros que leiste tienen una parte buena, si todo fuera perfecto no habria historia. Eso pasa aquí.

      Una cosa extra el titulo del capitulo me recuerda a otra historia "una de serie de eventos desafortunados"

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    3. Pues es cierto lo que me decís. Es justo por eso que abandoné este libro. Es oscuro, pero nada más. Ya dije en otro post que un titulo ideal para el libro hubiera sido "Tour por un mundo mágico", porque para mi no hay nada más de interés en todo el libro. Además tiene lógica que el titulo del capítulo te recuerde "Una serie de eventos desafortunados". Hace años vi la película y me gustó bastante, así que obviamente me inspiró el titulo del capítulo.
      gracias por comentar.
      Saludos!!!

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