jueves, 13 de agosto de 2015

El eco del relámpago


Hola ¿Cómo están? Una vez les compartí los primeros tres capítulos de Sueño de abril, la primera novela que escribí de principio a fin. La idea era conocer su opinión al respecto, para darme ánimos en la reescritura.
Sin embargo, la reescritura de esta novela está un poco atascada. El motivo es que no estoy convencido de la validez de algunas escenas que aparecen en los primeros doce capítulos. No dudo que sean importantes (de hecho la novela perdería todo sentido sin ellos), pero sí me pregunto si son creíbles. Por eso decidí que voy a compartirles uno cada semana, a medida que los vaya corrigiendo, así puedo hacerme una idea de lo que otras personas piensan de mi trabajo.
Hoy les comparto el capitulo 4.




4

El eco del relámpago


En mi mente conservo la imagen del camión llegando por el camino, siento la fuerza de los brazos que me separaron de James, y ese grito… Reverberó en mis oídos hasta que lo ahogué en el pecho del joven vaquero. El brillo de las llamas desapareció entre los pliegues de su camisa. Lo remplazaron las luces del hospital, y una butaca fría. No sé cómo llegó hasta ahí mi guitarra, o el señor Mac Lowell, cuyas botas golpeaban el suelo mientras caminaba de un lado a otro de la sala de espera.
— ¿Usted es pariente del señor James?— le preguntó alguien. Levanté el rostro y, por medio de la mata despeinada de mi cabello, vi a un doctor. Me paré de un salto.
— Soy su sobrina— me apresuré a decir—. ¿Cómo está? ¿Se pondrá bien?
El doctor apretó los labios.
— Lo lamento, señorita— dijo—. Es un milagro que su tío… Es cuestión de minutos.
Un frió subió por mi espina dorsal y se alojó en mi pecho, como si alguien remplazara mi corazón por un bloque de hielo.
— U-usted está exagerando…— mascullé. El doctor negó con la cabeza.
— Nada me gustaría más. El accidente le produjo heridas internas irreparables, y eso sin hablar de las quemaduras… Pero no estoy aquí para contarle de eso: su tío se encuentra consciente y pidió hablar con usted.
El doctor me acompañó hasta la sala de cuidados intensivos. Entré con el corazón acelerado, consciente de que sería la última vez que hablaría con James.
— Alicia— dijo con voz apacible. Su piel estaba cubierta de vendajes enrojecidos y los tubos lo envolvían  como enredaderas—. Como me alegra verte…
Me acerqué a él con los ojos empañados. El nudo en la garganta me asfixiaba.
— No llores, por favor— imploró James—. El doctor dijo que estoy consciente porque se acerca mi fin. El cuerpo se deshace de las últimas energías.
— Yo…— caí de rodillas junto a él.
— Tienes que escucharme… las palabras le salieron rasposas. Escrutaba mi rostro como si lo viera por primera vez, deteniéndose en cada facción—. Quiero hablarte…
— No te agites.
— Es sobre tu madre…
Me quedé petrificada.
— ¿Mi madre…?
— Debes saber… Fui terco al ocultarte la verdad…
— Y tienes que usar el tiempo que nos queda para hablar sobre eso…— le reproché.
— ¿Me escucharás?
— Está bien— me limpié las lágrimas de las mejillas—. Dime ¿Cómo se llama?
— Amanda Mitchell.
— ¿Y mi padre?
— Nunca lo conocí.
— ¿Cómo qué…?
— Hay mucho que no entiendo— James estaba agitado. Hablaba lento, esforzándose por musitar cada palabra—. Amanda te dejó conmigo cuando tenías tres años. Una noche tocó a mi puerta contigo en brazos, diciendo que necesitaba quedarse por un tiempo. Se negó a decir por qué y yo no le insistí… Parecía agobiada… Le preparé un dormitorio con la idea de interrogarla a la mañana siguiente… pero cuando volví para despertarla, solo estabas tú, arropada en la cama.
— ¿A dónde fue?
— No lo supe. La busqué, créeme, pero al final me resigné a cuidarte, como al final hice.
— Entonces se esfumó…— susurré.
— No del todo— James tomó una desesperada bocanada de aire. Le tomé una mano, temiendo lo peor—. Se encuentra en Nueva York.
— ¿Nueva York?
— Un viejo amigo se la encontró ahí, de la mano de un hombre. Parece que vive en Brooklyn.
— ¿Estás seguro de que era ella? ¿Ese amigo te trajo pruebas?
— No… Siempre quise verificarlo, pero ¿Con qué objeto? Pasaron los años y ella nunca se preocupó en llamar para saber de ti…
— Es cierto…— apreté los parpados, para que las lágrimas derritieran la sal que escocía en mis ojos. Un apretón en la mano me hizo volver a la sala. El rostro de James se irguió un poco, enfrentándome.
— Tienes que encontrarla… Te mereces la verdad.
— Te quiero, tío— me aferré a su brazo como al cordel de un barrilete expuesto a la fuerza de un vendaval.
— Despídete de Peter por mí…
La voz se le apagaba. En sus ojos azules se disolvía un ocaso. Empecé a sollozar.
— No llores, Alicia… Mi preciosa… Tienes que ser feliz…

Nunca olvidaré el rostro sumido en tinieblas de Peter, que no dejó de mirarme en toda la ceremonia. Las pupilas de Juliana, su esposa, discurrían entre nosotros. Era como si observara una nube relampagueante, esperando que se desatara la tormenta de un momento a otro.
La señora Nolan, que conocía bien a James, me consoló de regreso a casa. El reflejo del sol en la hierba deslumbraba, lastimándome los ojos, como si el mundo se burlara de nuestra tristeza. No hablé con Peter en el funeral y, a pesar de las miradas que me dedicó, él tampoco me buscó.
Las nubes estaban en el cielo, y la tormenta era inminente.
— Descuide, Señora Nolan: estaré bien— le dije cuando llegamos a la puerta de mi casa—. Me gustaría tener un momento para estar sola.
— Está bien— dijo ella, sosteniendo mis manos—. Si necesitas algo, llámame ¿Vale?
— Lo hare.
Entré a la casa. Pasó un minuto hasta la llegada de mi primo.
— Hola, Peter— le abrí la puerta. Vino solo: su esposa siguió el camino en el auto.
— No pienses que me haré cargo de ti— dijo, tomándome por los hombros—. ¡Llegaste a esta casa para crear desgracias!
— ¿Quieres soltarme?— exclamé. Mirando directo a sus ojos castaños—. ¡Me lastimas!
— No te hagas a victima conmigo. Te conozco lo suficiente como para caer en tu telaraña.
— ¿Telaraña? ¿Te das cuenta de las tonterías que dices?
— Desde el primer día en esta casa te hiciste la víctima, te robaste el cariño de mi padre y siempre fuiste su preferida.
— James nos quería a los dos…
— Es mentira— Peter estaba furioso—. Lo compraste con lloriqueos y después lo mataste.
Abrí la boca, pero fui incapaz de emitir sonido.
— ¿Lo ves? Hasta tú lo admites…— dijo Peter—. James estaba preocupado por enviarte a tu tonta universidad y tomó ese empleo para conseguir el dinero.
— No quise que lo hiciera… Intenté ayudarlo…
— ¡Mentira! Eres una falsa— Peter me empujó—. No vales nada.
Perdí el equilibrio y caí sentada en el suelo. Me quedé ahí, llorando.
— No tengo la culpa— dije, buscando anteponerme a las tinieblas, a negar una verdad en esas palabras que me desgarraban la mente. El rostro de Peter era surcado por unas lágrimas.
— No mereces compasión— dijo—. Junta tus porquerías y vete de esta casa. Ahora me pertenece.
— ¿Qué será de mí?
— No me interesa. Busca un empleo y gánate la vida por una vez— dijo—. En lo que a mí respecta, me da lo mismo si vives entre la basura.
Las lágrimas empañaban mis ojos. Me puse de pié y permanecí un instante frente a mi primo, analizando su imagen borrosa. Quise responderle con la misma dureza, hacerlo sentir igual de mal que él a mí. Sin embargo, tenía el estomago tan revuelto que hubiera vomitado de solo abrir la boca. En su lugar, trepé las escaleras hasta mi habitación. Abrí el armario y desparramé la ropa por el suelo. Empaqué lo que pude en una mochila. Guardé una lata con el dinero que ahorré trabajando en la cafetería, y me colgué la guitarra al hombro.
Bajé los peldaños. Pasé junto a mi primo y crucé el umbral. Me detuve. Cerré los ojos, conteniendo el impulso de mirar atrás. Estampé la puerta y el golpe resonó en mi memoria, como un relámpago en la distancia.


Hasta aquí el capítulo, pero antes de despedirme me gustaría hacerles una pregunta. ¿Creen que está bien decir El eco del relámpago? Siempre me gustó la expresión, pero al releerlo me puse a pensar que, según lo entiendo, los relámpagos son las luces producidas por los rayos, por lo cual no tendría sentido decir que una luz tiene eco. ¿Ustedes que piensan? Comenten y, si les gustó el post, compártanlo. También pueden seguirme en Google+ y en Facebook. Los botones están a la derecha. ¡Nos vemos!


2 comentarios:

  1. A mi me gusta el capitulo te deja con la parte de injusticia de la historia. Con respecto al nombre la expresion correcta seria "El eco del trueno" y estoy seguro que estas conciente de ello. je je.
    Bueno, hasta el momento te deja enganchado el capitulo eso es lo que importa.
    Saludos

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    1. Gracias por tu critica. La verdad es que se que la expresión está mal, pero no lo he cambiado porque no me termina de convencer cambiar relámpago por trueno. Siempre que leo esa expresión me parece que existe otra mejor que "El eco del trueno", que me suena como el titulo de un comic de Thor, jejeje.
      Saludos

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