Hola ¿Cómo están? Una vez les
compartí los primeros tres capítulos de Sueño de abril, la primera novela
que escribí de principio a fin. La idea era conocer su opinión al respecto,
para darme ánimos en la reescritura.
Sin embargo, la reescritura de esta
novela está un poco atascada. El motivo es que no estoy convencido de la
validez de algunas escenas que aparecen en los primeros doce capítulos. No dudo
que sean importantes (de hecho la novela perdería todo sentido sin ellos), pero
sí me pregunto si son creíbles. Por eso decidí que voy a compartirles uno cada
semana, a medida que los vaya corrigiendo, así puedo hacerme una idea de lo que
otras personas piensan de mi trabajo.
Hoy les comparto el capitulo 4.
4
El
eco del relámpago
En mi mente conservo la imagen del
camión llegando por el camino, siento la fuerza de los brazos que me separaron
de James, y ese grito… Reverberó en mis oídos hasta que lo ahogué en el pecho
del joven vaquero. El brillo de las llamas desapareció entre los pliegues de su
camisa. Lo remplazaron las luces del hospital, y una butaca fría. No sé cómo
llegó hasta ahí mi guitarra, o el señor Mac Lowell, cuyas botas golpeaban el
suelo mientras caminaba de un lado a otro de la sala de espera.
— ¿Usted es pariente del señor
James?— le preguntó alguien. Levanté el rostro y, por medio de la mata
despeinada de mi cabello, vi a un doctor. Me paré de un salto.
— Soy su sobrina— me apresuré a
decir—. ¿Cómo está? ¿Se pondrá bien?
El doctor apretó los labios.
— Lo lamento, señorita— dijo—. Es un
milagro que su tío… Es cuestión de minutos.
Un frió subió por mi espina dorsal y
se alojó en mi pecho, como si alguien remplazara mi corazón por un bloque de
hielo.
— U-usted está exagerando…—
mascullé. El doctor negó con la cabeza.
— Nada me gustaría más. El accidente
le produjo heridas internas irreparables, y eso sin hablar de las quemaduras…
Pero no estoy aquí para contarle de eso: su tío se encuentra consciente y pidió
hablar con usted.
El doctor me acompañó hasta la sala
de cuidados intensivos. Entré con el corazón acelerado, consciente de que sería
la última vez que hablaría con James.
— Alicia— dijo con voz apacible. Su
piel estaba cubierta de vendajes enrojecidos y los tubos lo envolvían como enredaderas—. Como me alegra verte…
Me acerqué a él con los ojos
empañados. El nudo en la garganta me asfixiaba.
— No llores, por favor— imploró
James—. El doctor dijo que estoy consciente porque se acerca mi fin. El cuerpo
se deshace de las últimas energías.
— Yo…— caí de rodillas junto a él.
— Tienes que escucharme… las
palabras le salieron rasposas. Escrutaba mi rostro como si lo viera por primera
vez, deteniéndose en cada facción—. Quiero hablarte…
— No te agites.
— Es sobre tu madre…
Me quedé petrificada.
— ¿Mi madre…?
— Debes saber… Fui terco al
ocultarte la verdad…
— Y tienes que usar el tiempo que
nos queda para hablar sobre eso…— le reproché.
— ¿Me escucharás?
— Está bien— me limpié las lágrimas
de las mejillas—. Dime ¿Cómo se llama?
— Amanda Mitchell.
— ¿Y mi padre?
— Nunca lo conocí.
— ¿Cómo qué…?
— Hay mucho que no entiendo— James
estaba agitado. Hablaba lento, esforzándose por musitar cada palabra—. Amanda
te dejó conmigo cuando tenías tres años. Una noche tocó a mi puerta contigo en
brazos, diciendo que necesitaba quedarse por un tiempo. Se negó a decir por qué
y yo no le insistí… Parecía agobiada… Le preparé un dormitorio con la idea de
interrogarla a la mañana siguiente… pero cuando volví para despertarla, solo
estabas tú, arropada en la cama.
— ¿A dónde fue?
— No lo supe. La busqué, créeme,
pero al final me resigné a cuidarte, como al final hice.
— Entonces se esfumó…— susurré.
— No del todo— James tomó una
desesperada bocanada de aire. Le tomé una mano, temiendo lo peor—. Se encuentra
en Nueva York.
— ¿Nueva York?
— Un viejo amigo se la encontró ahí,
de la mano de un hombre. Parece que vive en Brooklyn.
— ¿Estás seguro de que era ella?
¿Ese amigo te trajo pruebas?
— No… Siempre quise verificarlo,
pero ¿Con qué objeto? Pasaron los años y ella nunca se preocupó en llamar para
saber de ti…
— Es cierto…— apreté los parpados,
para que las lágrimas derritieran la sal que escocía en mis ojos. Un apretón en
la mano me hizo volver a la sala. El rostro de James se irguió un poco,
enfrentándome.
— Tienes que encontrarla… Te mereces
la verdad.
— Te quiero, tío— me aferré a su
brazo como al cordel de un barrilete expuesto a la fuerza de un vendaval.
— Despídete de Peter por mí…
La voz se le apagaba. En sus ojos
azules se disolvía un ocaso. Empecé a sollozar.
— No llores, Alicia… Mi preciosa…
Tienes que ser feliz…
Nunca olvidaré el rostro sumido en
tinieblas de Peter, que no dejó de mirarme en toda la ceremonia. Las pupilas de
Juliana, su esposa, discurrían entre nosotros. Era como si observara una nube
relampagueante, esperando que se desatara la tormenta de un momento a otro.
La señora Nolan, que conocía bien a
James, me consoló de regreso a casa. El reflejo del sol en la hierba
deslumbraba, lastimándome los ojos, como si el mundo se burlara de nuestra
tristeza. No hablé con Peter en el funeral y, a pesar de las miradas que me
dedicó, él tampoco me buscó.
Las nubes estaban en el cielo, y la
tormenta era inminente.
— Descuide, Señora Nolan: estaré
bien— le dije cuando llegamos a la puerta de mi casa—. Me gustaría tener un momento
para estar sola.
— Está bien— dijo ella, sosteniendo
mis manos—. Si necesitas algo, llámame ¿Vale?
— Lo hare.
Entré a la casa. Pasó un minuto
hasta la llegada de mi primo.
— Hola, Peter— le abrí la puerta.
Vino solo: su esposa siguió el camino en el auto.
— No pienses que me haré cargo de
ti— dijo, tomándome por los hombros—. ¡Llegaste a esta casa para crear
desgracias!
— ¿Quieres soltarme?— exclamé.
Mirando directo a sus ojos castaños—. ¡Me lastimas!
— No te hagas a victima conmigo. Te
conozco lo suficiente como para caer en tu telaraña.
— ¿Telaraña? ¿Te das cuenta de las
tonterías que dices?
— Desde el primer día en esta casa
te hiciste la víctima, te robaste el cariño de mi padre y siempre fuiste su
preferida.
— James nos quería a los dos…
— Es mentira— Peter estaba furioso—.
Lo compraste con lloriqueos y después lo mataste.
Abrí la boca, pero fui incapaz de
emitir sonido.
— ¿Lo ves? Hasta tú lo admites…—
dijo Peter—. James estaba preocupado por enviarte a tu tonta universidad y tomó
ese empleo para conseguir el dinero.
— No quise que lo hiciera… Intenté
ayudarlo…
— ¡Mentira! Eres una falsa— Peter me
empujó—. No vales nada.
Perdí el equilibrio y caí sentada en
el suelo. Me quedé ahí, llorando.
— No tengo la culpa— dije, buscando
anteponerme a las tinieblas, a negar una verdad en esas palabras que me
desgarraban la mente. El rostro de Peter era surcado por unas lágrimas.
— No mereces compasión— dijo—. Junta
tus porquerías y vete de esta casa. Ahora me pertenece.
— ¿Qué será de mí?
— No me interesa. Busca un empleo y
gánate la vida por una vez— dijo—. En lo que a mí respecta, me da lo mismo si
vives entre la basura.
Las lágrimas empañaban mis ojos. Me
puse de pié y permanecí un instante frente a mi primo, analizando su imagen
borrosa. Quise responderle con la misma dureza, hacerlo sentir igual de mal que
él a mí. Sin embargo, tenía el estomago tan revuelto que hubiera vomitado de
solo abrir la boca. En su lugar, trepé las escaleras hasta mi habitación. Abrí
el armario y desparramé la ropa por el suelo. Empaqué lo que pude en una
mochila. Guardé una lata con el dinero que ahorré trabajando en la cafetería, y
me colgué la guitarra al hombro.
Bajé los peldaños. Pasé junto a mi
primo y crucé el umbral. Me detuve. Cerré los ojos, conteniendo el impulso de
mirar atrás. Estampé la puerta y el golpe resonó en mi memoria, como un
relámpago en la distancia.
Hasta aquí el
capítulo, pero antes de despedirme me gustaría hacerles una pregunta. ¿Creen
que está bien decir El eco del relámpago? Siempre me gustó la expresión, pero al
releerlo me puse a pensar que, según lo entiendo, los relámpagos son las luces
producidas por los rayos, por lo cual no tendría sentido decir que una luz
tiene eco. ¿Ustedes que piensan? Comenten y, si les gustó el post, compártanlo.
También pueden seguirme en Google+ y en Facebook. Los botones están a la
derecha. ¡Nos vemos!
A mi me gusta el capitulo te deja con la parte de injusticia de la historia. Con respecto al nombre la expresion correcta seria "El eco del trueno" y estoy seguro que estas conciente de ello. je je.
ResponderEliminarBueno, hasta el momento te deja enganchado el capitulo eso es lo que importa.
Saludos
Gracias por tu critica. La verdad es que se que la expresión está mal, pero no lo he cambiado porque no me termina de convencer cambiar relámpago por trueno. Siempre que leo esa expresión me parece que existe otra mejor que "El eco del trueno", que me suena como el titulo de un comic de Thor, jejeje.
EliminarSaludos