viernes, 14 de agosto de 2015

Eventos desafortunados


Hola ¿Cómo están? Hace tiempo les compartí los primeros capítulos de Una bruja entre tinieblas, la primera novela que intenté escribir, aunque nunca terminé.


Hoy les quiero compartir el capitulo tres. Siempre fue uno de mis favoritos, aunque hace bastante tiempo que no lo leo, y no sé que me parecerá ahora. Me gustaría conocer su opinión.

3

Eventos desafortunados


La lluvia, que esa mañana caía de manera torrencial sobre la oscura capital británica, azotaba el exterior del  coche que avanzaba la calle congestionada. En las aceras, la gente se escondía bajo gruesos abrigos, ya que hacía un frío nada habitual para la época. Todos parecían más apresurados, poco dispuestos a exponerse mucho tiempo a tan hostiles condiciones climáticas. Esto hacía que el ánimo de las personas fuera muy bajo y que la paciencia para enfrentar los problemas que surgían en consecuencia fuera leve.
   A nadie parecía importarle esa chica pelirroja que lloraba incansablemente, con sus ojos puestos en el empañado cristal que le impedía ver los objetos del exterior, mostrándole todo un mundo de desenfocadas formas grises. Su rostro se veía apenas iluminado por una pequeña lamparilla que le brindaba luz a todo el interior del automóvil. Tenía puesto un suéter  gris con un escote bastante amplio, dejando entrever la camisa blanca que llevaba debajo. Lucía también una oscura falda  que bajaba hasta la mitad de sus piernas, unas zapatillas negras y unas gruesas medias de nylon para no sentir frio. A su izquierda, sobre un asiento vacío, había una arrugada gabardina, y en su regazo, tenía dos periódicos viejos: Sobre el que estaba arriba, podían verse unas cuantas lagrimas secas.
   Nada de todo ello era coincidencia. El deprimente viaje en coche, su nada alegre vestimenta, e incluso  su incontenible llanto, se debían a una fatal serie de acontecimientos que se habían desarrollado a lo largo de poco más de una semana, y que parecían no llegar jamás a su fin.
   El conductor, un hombre calvo y enano que utilizaba unos anteojos redondos, viró a la derecha en una esquina. Mientras lo hacía, miró de reojo por el espejo retrovisor y, al ver a la desdichada chica, susurró:
  — Por favor, ya no llores, linda: todo va a estar bien, no te preocupes…
   La muchacha lo escuchó y, quizás yendo en contra de las reglas de la buena educación, se limpió las lágrimas con la manga del suéter y se refregó la nariz, desesperada. Es que era inútil, por más que lo intentaba, no podía dejar de llorar. Entonces, en un arranque de furia, tomó los dos periódicos y los lanzo hacia un costado. Uno golpeó contra el cristal de la portezuela y cayó al suelo, y el otro se deshojó sobre el asiento que estaba a su lado. El primero era de una semana atrás. En la primea plana de este, junto a una fotografía donde varios bomberos y soldados aparecían excavando con maquinas sobre una enorme montaña de humeantes escombros, podía leerse el siguiente articulo.
                                    HORROR EN GRAN BRETAÑA
Centenares de personas murieron ayer en Londres, en la que es considerada la mayor tragedia en la historia del Reino Unido.
   El mundo entero se ve conmovido por el desafortunado suceso que acabara ayer con la vida de incontables londinenses. Tres rascacielos se desplomaron en el centro mismo de la capital después de que un meteorito del tamaño de un automóvil se estrellara justo sobre la sede del importante banco Welfare and Castle. El miedo se instauró en la población desprevenida de la zona más agitada de la ciudad. Las autoridades creyeron en primera instancia que todo era parte de un atentado terrorista de gran magnitud, similar a los que afectaran la ciudad de Nueva York el 11 de septiembre de 2001.
   Durante el lapso de tres horas que siguió a esta tragedia, las fuerzas militares de todo el país se encontraron en alerta máxima, listas para actuar  en cualquier momento. La ciudad permaneció bajo un estricto toque de queda que permitió a los grupos de rescate de toda la isla llegar con prontitud a la zona del desastre, mientras que decenas de aviones de combate sobrevolaron la metrópoli a cada momento.
   Finalmente, luego de que ningún grupo terrorista se adjudicara la responsabilidad del hecho, y tras la declaración de decenas de testigos oculares, se llegó a la conclusión de que el responsable de tal destrucción, había sido la caída de un objeto celeste. Al menos así lo declaró el Primer Ministro en su esfuerzo por tranquilizar a la población, en el discurso que hizo a las dos de la tarde de ayer, y que fue emitido en directo por todas las estaciones de radio y televisión de Gran Bretaña.
   El texto continuaba en la página siguiente hablando, entre otras cosas, sobre las declaraciones del Primer Ministro inglés, quien había dicho muchos más detalles sobre la tragedia. También incluía una breve entrevista a un astrónomo de la universidad de Cambridge, el cual daba más datos sobre el impacto mismo del bólido, y señalaba que este podía advertir la futura caída de un meteoro de proporciones mucho más colosales.
   El otro periódico se había impreso dos días más tarde, y parte del artículo que aparecía en la primera plana se muestra a continuación.
                                       UNA LUZ DE ESPERANZA
Una chica fue encontrada con vida, convirtiéndose en la única sobreviviente hallada hasta ahora bajo los escombros del banco Welfare and Castle.
   Desde que el meteoro se estrellara en el centro mismo de Londres, hace ya tres días, los grupos de rescate que trabajarían en la zona del desastre tendrían muchísimas decepciones, pues la cantidad de gente sin vida que sacarían a la luz sería demasiado grande. Sin embargo, todos se llevarían una sorpresa cuando, a eso de las cinco de la tarde de ayer, una muchacha pelirroja de alrededor de quince o dieciséis años, fue encontrada con vida en el lugar que el ejército ha denominado “La zona muerta”.
   Si bien decenas de personas han sido salvadas del lugar donde ocurrió todo, estas fueron encontradas en el anillo exterior del círculo de devastación. Pero a medida que uno se acerca al epicentro de la tragedia, el nivel de destrucción es tan terrible que, no solo es casi imposible la existencia de gente viva atrapada, es muy difícil para los rescatistas moverse y buscar ahí. Esa es la zona muerta.
   “Nadie podía creerlo…” nos decía Larry Harman, jefe del grupo de rescate número nueve “…Oíamos sus gritos a través de varias toneladas de escombros. Cavamos lo más rápido que pudimos y nos topamos con el techo de un automóvil. Le hablé, le hice saber lo que haríamos y le dije que todo estaría bien. Ella, atrapada en el interior del coche, lloraba incansablemente. Cortamos el techo, logramos sacarla y entonces se desmayó. La alegría en todos nosotros fue enorme. Habíamos rescatado a alguien vivo y sentimos que nuestro trabajo no había sido en vano.”
   Esta chica, que aún no ha sido identificada, si bien su exacto paradero no ha sido revelado a los medios para garantizar su tranquilidad, se encuentra internada en un hospital de Londres. A pesar de que sufría de cierta deshidratación, está bien y su salud no corre peligro alguno. Eso sí, no se ha encontrado otra persona con vida en “La zona muerta” desde su aparición. Los rescatistas han declarado que de todas formas no han perdido la esperanza de lograrlo.
   Una gran fotografía mostraba el momento en el cual los rescatistas sacaban a la chica del vehículo, tirando de ella con cuidado. Todos parecían felices. En sus caras se podía ver la satisfacción que sentían al haber logrado arrancar a esa muchacha de todo ese mundo de terror y muerte; tenían la certeza de que, gracias a su arduo trabajo, esta bella mujercita viviría una larga vida y desfrutaría de esa segunda oportunidad que el destino le había otorgado. En contraste con todo esto, el rostro de la joven reflejaba el miedo y la angustia que sentía. Se mostraba confundida, no perecía entender lo que sucedía: era una mezcla entre horror y sorpresa.
   Samantha apenas lo recordaba, pero atrapada en el interior del aplastado coche había pasado dos días, que fueron los más terribles de su vida. En mitad de la oscuridad que la rodeaba por todas partes, el pánico se apoderaba de ella y gritaba descontroladamente. La sed, la falta de aire y el no saber si sus padres todavía vivían, hicieron más horrible esa experiencia.
   En su cabeza ella creía tener una imagen viva de los bomberos que, de alguna milagrosa manera, lograron escuchar sus gritos; casi podía volver a sentir como tiraban de sus brazos, como la abundante luz de la superficie le hacía arder los ojos y las voces de la gente resonaba en sus oídos, haciéndola sentir aturdida. Poco después, una niebla le impedía continuar la escena.
   A partir de entonces, sus recuerdos eran más nítidos. Se despertó en una cómoda cama de hospital, sin saber cómo había llegado. Durante horas, varios médicos llegaron a vigilar su estado de salud. Samantha, en todas esas ocasiones preguntó a cada uno de ellos si sabían algo sobre sus padres: quería saber si los habían rescatado y si estaban bien, pero ninguno respondió. Todos evadían su pregunta diciéndole que necesitaba descansar y que tratara de relajarse.
    Un día y medio después de su llegada al hospital, le darían el alta. Cuando el médico que le dio la noticia a Samantha abandonaba la habitación, un hombre calvo y un tanto gordo se adelantó a través de la puerta.
  — Hola, preciosa— dijo amablemente observando a la chica por entre sus anteojos cuadrados y dedicándole una sonrisa amable debajo de un tupido bigote—. Mi nombre es David Williams, pertenezco a Scotland Yard. Tú debes de ser Samantha Scott Lewis ¿no?
  — Si, así es— respondió ella tímidamente— ¿Qué es lo que quiere usted de mí?
  — Ya te enterarás. Primero debes vestirte: te he conseguido ropa— dijo el señor Williams levantando una bolsa que llevaba en la mano—. Es de mi hija Caroline, no creo que se moleste si te la presto.
   Samantha estiró el brazo para tomarla y preguntó:
  — ¿Qué hay de mis padres? ¿Están bien?
   El hombre no respondió. Estuvo en silencio por unos segundos y la chica empalideció de repente. Entonces, justo cuando ella despegaba los labios para decir algo, él dijo:
  — Vístete. Yo te esperaré afuera…
   Giró sobre sus talones y salió en tropel por la puerta.
   Un rato más tarde, la muchacha saldría de la habitación. El señor Williams, que estaba esperándola de pie en el pasillo, se acercó a ella.
  — Bien, debemos irnos— dijo mientras apoyaba una mano sobre el hombro derecho de Samantha. La chica no entendía nada.
  — ¿Dónde están mis padres?— preguntó con la voz temblorosa— ¿por qué nadie me quiere hablar sobre ellos?
   El hombre quiso evadir una vez más su pregunta, mas luego decidió que no había razón para aplazar el momento. Se puso en cuclillas, de modo que su rostro quedó un poco debajo  de la cabeza de la joven, y dijo:
  — Han muerto…
   En los ojos de Samantha empezaron a escaparse unas lágrimas.
  — ¿Están...muertos…? Es una broma… ¿verdad?
  —No— se lamentó el señor Williams— desgraciadamente murieron apisonados por los escombros…
   La desdichada jovencita se desbordó en un incontenible llanto. Se abalanzó sobre el señor Williams y lo abrazó con todas sus fuerzas.
   Ese día, aquel hombre llevó a la chica a una casa de descanso que era un servicio especial del hospital para pacientes que necesitaban un tiempo en paz. En este caso, la adolescente iría a ese lugar a causa de que, como este señor le informaría, no tenía ningún lugar para vivir.
   Los únicos parientes a los que Samantha conocía a parte de sus padres, eran su tío Henry y su esposa Mary Ann. El problema era que ellos también habían perecido: en el momento del desastre, estaban en el interior del banco que ahora se encontraba reducido a un montón de escombros.
   ¿Acaso no tenía otros parientes que le eran desconocidos? Los padres de Edward habían fallecido en un accidente de tránsito, hacía ya diecisiete años. Y si se pensaba en los parientes de Bárbara, se encontraba uno con un misterio, ya que era huérfana: la infancia la vivió en un orfanato y jamás supo quienes fueron sus padres ni por qué la abandonaron.
   La cuestión es que mientras el señor Williams en vano investigaba este asunto, Samantha permaneció en esa pacifica casa de descanso. No hay mucho que decir sobre su estadía. Durante los siguientes dos días a su llegada, se la pasó llorando desconsoladamente. Con el único que intercambió palabra fue con aquel detective que, a pesar de estar muy ocupado, se tomaba un tiempo para ir a visitarla. Incluso fue él quien el tercer día en el hogar, acompañaría a la triste muchacha al funeral de sus padres. No vale la pena revivir los sucesos de ese día, solo se dirá que, cual salida de un deprimente drama de Hollywood, la despedida a los padres de la chica se realizó bajo una lluvia tan fuerte, como constante.
   Al día siguiente, Samantha volvió a ser visitada por el señor Williams a eso de las cinco de la tarde, hora a la cual las personas de ese hogar solían tomar el té con las visitas (si es que las tenían). Hacía mucho frío, de manera que ambos se encontraban sentados alrededor de una mesa redonda, junto a una ventana que daba a un jardín azotado por la incontrolable lluvia. No eran los únicos, aquel gran salón donde se hallaban estaba atestado de mesas como esa: era una especie de restaurant, con la diferencia de que era atendido por enfermeras.
   Samantha había logrado sosegar su llanto, aunque en su cara podían verse aun las marcas de este, y en sus ojos se dibujaba la tristeza de su corazón. La chica había notado muy extraño al señor que estaba ante ella, pues era habitual en él hablar desde el principio de su visita, hasta su partida. En cambio, ese día apenas si había dicho palabra; lo único que hacía era beber  en sorbos muy pausados su té, y observar  pensativamente  a la lluvia azotar la ventana.
   En principio, Samantha no le dio importancia a esto, ya que estaba demasiado ensimismada en sus propios pensamientos y no tenía mucho interés en charlar. Luego entendió que el silencio de ese señor debía ser a causa de algo que lo afectaba internamente y, de ser así, podía ser algo que ella debía saber.
  — ¿Por qué ha venido a verme hoy, señor Williams?— preguntó Samantha con la vos algo ronca debido a la sequedad de su garganta. Bebió un sorbo de té y prosiguió—. Perdone que se lo pregunte, pero acabo de notar que está muy silencioso hoy. No es que sea importante, mas me gustaría saber, si no le molesta, si su actitud tiene algo que ver conmigo. Sé que ha hecho mucho por mí, y se lo agradezco. Sin embargo, usted no es culpable de nada de todo esto, por lo tanto, no tiene ninguna obligación hacia mí. Si por casualidad le es tedioso venir a visitarme, no tiene por qué seguir haciéndolo…
  — No, Samantha, nada tiene que ver mi actitud contigo— dijo el señor Williams—. Bueno, en realidad si  se debe a ti, mas no en el sentido que tú crees. ¡Me agrada venir a verte! Eres una chica sensible y educada ¿por qué me molestaría acompañarte? Además, no puedes estar sola en un momento como este.
  — Gracias— dijo la chica en forma solemne—. ¿Entonces qué sucede? Acaba de admitir estar así por mi causa…
  — Bueno…— titubeó el señor Williams—. Existe algo que debo informarte…—Bebió un sorbo de té y suspiró de manera indignada. La muchacha lo miraba expectante. Comenzaba a perder la paciencia: aquel hombre había vuelto al silencio y parecía no querer continuar.
  — Señor, dígalo ya— dijo Samantha—. No aplace más esto: me está poniendo nerviosa.
  — Es que…— dudó el señor Williams—. Tú sabes que he estado investigándote para saber quiénes son tus parientes y si existe alguno capaz de hacerse cargo de ti ¿verdad?
  — Si, y se lo agradezco una vez más.
  — Claro…—dijo el hombre. Bebió otro sorbo de té—. La verdad es que he movido muchos de los contactos que poseo, pero, por el momento, estos no han dado ningún fruto.
   La chica le quedó mirando con los ojos algo empañados.
  — Eso quiere decir que…
  — Samantha, aun no he agotado todas las posibilidades. Sin embargo, tu papá no tenía ningún pariente vivo a excepción de su hermano Henry, y en lo que atañe a tu mamá…bueno, era huérfana. Me está costando dar con alguien que me sepa decir algo sobre sus padres o…
   La jovencita rompió a llorar. Aquel señor se levantó de su silla, se acercó a ella y se arrodillo a su izquierda, tomándole ambas manos.
  — Escúchame. No me he rendido todavía: estoy seguro de que existe alguna puerta que no he abierto, pero entretanto, no puedes  estar aquí. Los tontos del hospital no pueden seguir manteniéndote y se ha decidido enviarte a un orfanato… No te angusties, es solo por un tiempo. Como ya te dije, debe existir alguien con quien no me he contactado.
  — ¿Y si de verdad no existe nadie que se pueda encargar de mí?— preguntó Samantha con la voz algo ahogada por el llanto.
  — Entonces te vendrás a vivir conmigo— respondió el señor Williams.
  — ¿De verdad?— dijo la muchacha, notoriamente sorprendida. Sus ojos continuaban inundados en lágrimas—. ¿Estás seguro de lo que dice?
  — Por supuesto. Antes debería discutirlo con mi esposa Kate, mas no creo que tenga inconvenientes para aceptarlo.
  — Gracias— dijo Samantha mientras abrazaba a aquel señor con todas sus fuerzas—. No sé que habría sido de mí sin usted.
  — No es nada. De hecho será un gran placer que tú seas parte de mi familia, en tal caso— dijo el detective—. Por ahora nada está decidido: seguro tienes que poseer un pariente que no te conozca y que te pueda recibir feliz en su hogar.
   Cuando Samantha lo soltó al fin, el señor Williams se irguió y volvió a sentarse en su silla.
  — Mañana por la mañana vendré por ti: quiero de ser yo quien te acompañe a ese lugar— dijo cuando la adolescente estuvo más serena—. Será mejor que empaques tu ropa y la dejes lista esta noche, antes de irte a dormir.
  — Eso será muy simple: solo tengo la que su hija pudo prestarme.
  —Mmm… Supongo que he de hablarle sobre el tema a la gente del orfanato— comentó el señor Williams. Miró la hora que marcaba su reloj y se puso de pie—. Debo irme. Aun tengo mucho que hacer y ya se me ha hecho tarde— Samantha se acercó a él y le dio un beso en la mejilla. El hombre le dedicó una sonrisa similar a la que seguro le dedicaba a su hija cuando la veía—. No lo olvides: mañana vendré a buscarte.
   Esa noche, Samantha la pasó terrible. Una fría sensación en el pecho apenas  le permitió dormir. El miedo se había empezado a apoderar de ella otra vez, presentía que algo malo ocurriría.
   A eso de las seis de la mañana, se libró de las mantas que la cubrían y comenzó a caminar en círculos por la habitación. ¿Era de verdad posible que algo horrible estuviera a punto de acontecer? La última vez que había tenido el presentimiento de algo extraño, había ocurrido lo del meteorito ¿Y si estaba a punto de pasar algo parecido?
   Samantha sacudió la cabeza tratando de quitar esas ideas de su mente, sin éxito. Por bastante tiempo permaneció así, mas cuando prestó atención al reloj, se vistió y, llevando una mochila en la cual había acomodado su ropa, decidió ir a aquel gran salón a esperar al señor Williams. Estuvo ahí alrededor de dos horas en las que solo tomó un breve desayuno, sentada sola en una mesa, pensando.
   Era uno de esos momentos en los cuales sus razonamientos se cortaban repentinamente y volvía a la realidad. Una enfermera se le acercaba acompañada de un hombre que ella nunca había visto. Era calvo y tenía unos gruesos anteojos redondos. Caminaba algo encorvado, pero además era de baja estatura: si se hubiera parado recto, apenas podría haber rebasado el hombro de la mujer.
  — Esta es la señorita Scott Lewis— dijo la enfermera cuando estuvieron a su lado. Aquel señor asintió con la cabeza y le hizo señas a la mujer para que lo dejara a solas. Cuando así fue, le tendió una mano a la chica y dijo:
  — Buenos días. Me llamo Jacob Edwards, es un gusto conocerte, Samantha.
  — Igualmente—dijo ella, extrañada.
  — Antes de que me lo preguntes, te diré que he venido para llevarte a…ya sabes…
  — ¿Qué pasó con el señor Williams?— preguntó Samantha—. Me dijo que él mismo se encargaría de venir por mí— notó que la cara del hombre se cubría con un manto de niebla—. ¿Tuvo algún problema?— no obtuvo respuesta—. ¿Él está bien…? ¡Responda de una vez!
  —Mira, linda, no es nada que deba preocuparte. Será mejor que vengas conmigo y olvides este asunto…
  — ¡No!— exclamó Samantha poniéndose de pie y alejándose del hombre—. ¡Aquí ocurre algo y le exijo que me diga lo que es o no me muevo de este sitio!
  — Te juro que no hay nada raro. El señor Williams no pudo venir y me envió a mí en su lugar.
  — ¡Miente! Puedo verlo en sus ojos: usted me está ocultando algo.
  — No, es que…
  — ¡Dígalo ya!
   El hombre agachó la cabeza.
  — Está muerto…— dijo en un susurro.
  — ¿Qué? ¿Cómo es posible si ayer…?
  —Anoche, cuando iba de vuelta a su casa…dicen que fue a causa del mal tiempo…perdió el control del coche y…



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jueves, 13 de agosto de 2015

El eco del relámpago


Hola ¿Cómo están? Una vez les compartí los primeros tres capítulos de Sueño de abril, la primera novela que escribí de principio a fin. La idea era conocer su opinión al respecto, para darme ánimos en la reescritura.
Sin embargo, la reescritura de esta novela está un poco atascada. El motivo es que no estoy convencido de la validez de algunas escenas que aparecen en los primeros doce capítulos. No dudo que sean importantes (de hecho la novela perdería todo sentido sin ellos), pero sí me pregunto si son creíbles. Por eso decidí que voy a compartirles uno cada semana, a medida que los vaya corrigiendo, así puedo hacerme una idea de lo que otras personas piensan de mi trabajo.
Hoy les comparto el capitulo 4.




4

El eco del relámpago


En mi mente conservo la imagen del camión llegando por el camino, siento la fuerza de los brazos que me separaron de James, y ese grito… Reverberó en mis oídos hasta que lo ahogué en el pecho del joven vaquero. El brillo de las llamas desapareció entre los pliegues de su camisa. Lo remplazaron las luces del hospital, y una butaca fría. No sé cómo llegó hasta ahí mi guitarra, o el señor Mac Lowell, cuyas botas golpeaban el suelo mientras caminaba de un lado a otro de la sala de espera.
— ¿Usted es pariente del señor James?— le preguntó alguien. Levanté el rostro y, por medio de la mata despeinada de mi cabello, vi a un doctor. Me paré de un salto.
— Soy su sobrina— me apresuré a decir—. ¿Cómo está? ¿Se pondrá bien?
El doctor apretó los labios.
— Lo lamento, señorita— dijo—. Es un milagro que su tío… Es cuestión de minutos.
Un frió subió por mi espina dorsal y se alojó en mi pecho, como si alguien remplazara mi corazón por un bloque de hielo.
— U-usted está exagerando…— mascullé. El doctor negó con la cabeza.
— Nada me gustaría más. El accidente le produjo heridas internas irreparables, y eso sin hablar de las quemaduras… Pero no estoy aquí para contarle de eso: su tío se encuentra consciente y pidió hablar con usted.
El doctor me acompañó hasta la sala de cuidados intensivos. Entré con el corazón acelerado, consciente de que sería la última vez que hablaría con James.
— Alicia— dijo con voz apacible. Su piel estaba cubierta de vendajes enrojecidos y los tubos lo envolvían  como enredaderas—. Como me alegra verte…
Me acerqué a él con los ojos empañados. El nudo en la garganta me asfixiaba.
— No llores, por favor— imploró James—. El doctor dijo que estoy consciente porque se acerca mi fin. El cuerpo se deshace de las últimas energías.
— Yo…— caí de rodillas junto a él.
— Tienes que escucharme… las palabras le salieron rasposas. Escrutaba mi rostro como si lo viera por primera vez, deteniéndose en cada facción—. Quiero hablarte…
— No te agites.
— Es sobre tu madre…
Me quedé petrificada.
— ¿Mi madre…?
— Debes saber… Fui terco al ocultarte la verdad…
— Y tienes que usar el tiempo que nos queda para hablar sobre eso…— le reproché.
— ¿Me escucharás?
— Está bien— me limpié las lágrimas de las mejillas—. Dime ¿Cómo se llama?
— Amanda Mitchell.
— ¿Y mi padre?
— Nunca lo conocí.
— ¿Cómo qué…?
— Hay mucho que no entiendo— James estaba agitado. Hablaba lento, esforzándose por musitar cada palabra—. Amanda te dejó conmigo cuando tenías tres años. Una noche tocó a mi puerta contigo en brazos, diciendo que necesitaba quedarse por un tiempo. Se negó a decir por qué y yo no le insistí… Parecía agobiada… Le preparé un dormitorio con la idea de interrogarla a la mañana siguiente… pero cuando volví para despertarla, solo estabas tú, arropada en la cama.
— ¿A dónde fue?
— No lo supe. La busqué, créeme, pero al final me resigné a cuidarte, como al final hice.
— Entonces se esfumó…— susurré.
— No del todo— James tomó una desesperada bocanada de aire. Le tomé una mano, temiendo lo peor—. Se encuentra en Nueva York.
— ¿Nueva York?
— Un viejo amigo se la encontró ahí, de la mano de un hombre. Parece que vive en Brooklyn.
— ¿Estás seguro de que era ella? ¿Ese amigo te trajo pruebas?
— No… Siempre quise verificarlo, pero ¿Con qué objeto? Pasaron los años y ella nunca se preocupó en llamar para saber de ti…
— Es cierto…— apreté los parpados, para que las lágrimas derritieran la sal que escocía en mis ojos. Un apretón en la mano me hizo volver a la sala. El rostro de James se irguió un poco, enfrentándome.
— Tienes que encontrarla… Te mereces la verdad.
— Te quiero, tío— me aferré a su brazo como al cordel de un barrilete expuesto a la fuerza de un vendaval.
— Despídete de Peter por mí…
La voz se le apagaba. En sus ojos azules se disolvía un ocaso. Empecé a sollozar.
— No llores, Alicia… Mi preciosa… Tienes que ser feliz…

Nunca olvidaré el rostro sumido en tinieblas de Peter, que no dejó de mirarme en toda la ceremonia. Las pupilas de Juliana, su esposa, discurrían entre nosotros. Era como si observara una nube relampagueante, esperando que se desatara la tormenta de un momento a otro.
La señora Nolan, que conocía bien a James, me consoló de regreso a casa. El reflejo del sol en la hierba deslumbraba, lastimándome los ojos, como si el mundo se burlara de nuestra tristeza. No hablé con Peter en el funeral y, a pesar de las miradas que me dedicó, él tampoco me buscó.
Las nubes estaban en el cielo, y la tormenta era inminente.
— Descuide, Señora Nolan: estaré bien— le dije cuando llegamos a la puerta de mi casa—. Me gustaría tener un momento para estar sola.
— Está bien— dijo ella, sosteniendo mis manos—. Si necesitas algo, llámame ¿Vale?
— Lo hare.
Entré a la casa. Pasó un minuto hasta la llegada de mi primo.
— Hola, Peter— le abrí la puerta. Vino solo: su esposa siguió el camino en el auto.
— No pienses que me haré cargo de ti— dijo, tomándome por los hombros—. ¡Llegaste a esta casa para crear desgracias!
— ¿Quieres soltarme?— exclamé. Mirando directo a sus ojos castaños—. ¡Me lastimas!
— No te hagas a victima conmigo. Te conozco lo suficiente como para caer en tu telaraña.
— ¿Telaraña? ¿Te das cuenta de las tonterías que dices?
— Desde el primer día en esta casa te hiciste la víctima, te robaste el cariño de mi padre y siempre fuiste su preferida.
— James nos quería a los dos…
— Es mentira— Peter estaba furioso—. Lo compraste con lloriqueos y después lo mataste.
Abrí la boca, pero fui incapaz de emitir sonido.
— ¿Lo ves? Hasta tú lo admites…— dijo Peter—. James estaba preocupado por enviarte a tu tonta universidad y tomó ese empleo para conseguir el dinero.
— No quise que lo hiciera… Intenté ayudarlo…
— ¡Mentira! Eres una falsa— Peter me empujó—. No vales nada.
Perdí el equilibrio y caí sentada en el suelo. Me quedé ahí, llorando.
— No tengo la culpa— dije, buscando anteponerme a las tinieblas, a negar una verdad en esas palabras que me desgarraban la mente. El rostro de Peter era surcado por unas lágrimas.
— No mereces compasión— dijo—. Junta tus porquerías y vete de esta casa. Ahora me pertenece.
— ¿Qué será de mí?
— No me interesa. Busca un empleo y gánate la vida por una vez— dijo—. En lo que a mí respecta, me da lo mismo si vives entre la basura.
Las lágrimas empañaban mis ojos. Me puse de pié y permanecí un instante frente a mi primo, analizando su imagen borrosa. Quise responderle con la misma dureza, hacerlo sentir igual de mal que él a mí. Sin embargo, tenía el estomago tan revuelto que hubiera vomitado de solo abrir la boca. En su lugar, trepé las escaleras hasta mi habitación. Abrí el armario y desparramé la ropa por el suelo. Empaqué lo que pude en una mochila. Guardé una lata con el dinero que ahorré trabajando en la cafetería, y me colgué la guitarra al hombro.
Bajé los peldaños. Pasé junto a mi primo y crucé el umbral. Me detuve. Cerré los ojos, conteniendo el impulso de mirar atrás. Estampé la puerta y el golpe resonó en mi memoria, como un relámpago en la distancia.


Hasta aquí el capítulo, pero antes de despedirme me gustaría hacerles una pregunta. ¿Creen que está bien decir El eco del relámpago? Siempre me gustó la expresión, pero al releerlo me puse a pensar que, según lo entiendo, los relámpagos son las luces producidas por los rayos, por lo cual no tendría sentido decir que una luz tiene eco. ¿Ustedes que piensan? Comenten y, si les gustó el post, compártanlo. También pueden seguirme en Google+ y en Facebook. Los botones están a la derecha. ¡Nos vemos!


martes, 4 de agosto de 2015

¿Qué es la fantasía?


Hola ¿Cómo están? Hoy voy a compartirles unas reflexiones que hace tiempo quiero plasmar  en este blog. Más que eso, son un intento de definir qué es la fantasía, pues he notado que existe mucha gente con una percepción errónea de lo que representa este género de la literatura, el cine y el arte en general. La idea no es imponer mi forma de pensar, sino contarles algunos hechos que pasan desapercibidos a la mayoría, y que seguro les llamarán la atención tanto como a mí.
Ahora bien. Es difícil decir estrictamente qué es la fantasía, pues existen muchas definiciones, y todas podrían ser tan válidas como erróneas. Básicamente, las historias fantásticas son obras en las que se muestran lugares, personajes y conflictos que giran en torno a lo sobrenatural, a lo que no es aceptado como real en una época o civilización determinada. Este último punto me parece el más importante, porque aunque ahora el mito de los dioses griegos nos parezca una historia fantástica, los griegos clásicos creían que esos dioses existían. Esto siguiere que lo que ahora nos parece fantástico, en el pasado no lo fue, o podría dejar de serlo en el futuro.
Hablando de literatura y cine, uno de los mitos más extendidos sobre el género, es que va de la mano con lo infantil. También, de que se trata de un género chato, con poco valor narrativo, y personajes que resuelven sus problemas gracias a la intervención divina o valiéndose de actos violentos (yo también creería en ellos viendo las producciones cada vez más pobres de contenido que nos impone Hollywood). Sin embargo, el espíritu de la fantasía es completamente distinto.
Las historias fantásticas, los mitos y los cuentos de hadas acompañan a los humanos casi desde su existencia. Son resultado de la búsqueda del conocimiento, de ese afán de las personas de darle un significado a aquello que no lo tiene. En una conferencia que J.R.R. Tolkien (autor de El señor de los anillos y El hobbit) dio en 1939, dijo que en los cuentos de hadas los lectores encuentran la reafirmación de su esperanza, espíritu de lucha y correctas convicciones morales. Dijo que la fantasía de esos relatos no es más que la realidad presentada de otra forma: una verdad que muy pocas veces percibimos, aun cuando nos rodea constantemente.
Les explico de otra manera.
Un escritor llamado G. C. Chesterton habló de la fantasía utilizando el término Mooreeffoc. Aunque suena como una palabra de otro planeta, cuando se lo lee al revés se descubre el término inglés Coffeeroom (en español: salón de café, o cafetería).


En las cafeterías de Inglaterra, Coffeeroom suele estar escrita en una ventana, por lo que es común verla al revés cuando se está en el interior de uno de esos locales. Eso significa que lo simple o cotidiano puede transformarse si se está dispuesto a verlo de otra manera. La fantasía no es más que una mirada distinta de las mismas viejas cosas. Tolkien también llamó a esto Recovery: creía en la fantasía como una forma de redescubrir el mundo y una necesidad de los seres humanos, puesto que redescubrir el mundo nos llevará a comprender su verdadero valor, así como la importancia de preservarlo.
Y yo comparto ese pensamiento. Para mí, la fantasía es sinónimo de la libertad más pura. Una rebelión contra las mentiras y los prejuicios. Una forma de conocer al mundo y a las personas que lo habitan, así como entender de qué manera encajamos en él. Porque somos un misterio enorme que pide a voces ser descifrado.

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lunes, 3 de agosto de 2015

Del libro a la película 3


Hola ¿Cómo están? En la actualidad existe una costumbre de leer un libro cuando será adaptado al cine, y todos conocemos buenos y malos trabajos. Hace un tiempo les compartí una lista con los mejores que vi, y otra con los peores.



Hoy quiero continuar la serie, pero con una consigna diferente. Les voy a hablar de libros que me gustaría ver en el cine. Algunos ya tienen películas, mientras que a otros los incluí porque pienso que serían idóneos para adaptarse. Los dejo con la lista.

1-    La lista de Schindler, de Thomas Keneally


La película es de Steven Spielberg, y es toda en blanco y negro. Seguro muchos de ustedes la han visto, pero yo no. La he visto en partes, pero nunca completa. El libro me gustó, aunque el inicio fue un poco pesado, puesto que los personajes y los lugares tienen nombres difíciles, algunos impronunciables en español, y resultaba un poco confuso. Para quien no lo sepa, esta es una historia basada en hechos reales. Oscar Schindler fue un hombre de negocios que utilizó su fábrica para refugiar judíos cuando los hornos de Auschwitz ardían día y noche. El libro me conmovió y me hizo pensar que haría en lugar de Oscar, puesto que vivió muchas situaciones límites, en un mundo donde no había lógica ni valores a seguir.

2-    Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell


De este libro les hablé hace poco. La película de 1939 es considerada una de las mejores en la historia del cine, lo que la vuelve atractiva para mí. Además, he leído que es una buena adaptación. Tuvo tres directores, y cuenta con la actuación de Clark Gable y Vivien Leigh.

3-    Entrevista con el vampiro, de Anne Rice


De este libro también hay una película, protagonizada por Brad Pitt, Tom Cruise y Antonio Banderas. El libro es un clásico de la fantasía, y fue uno de los primeros en mostrar como protagonistas a los vampiros, alejándolos de su antiguo rol como seres infernales. Me encantó porque Louis, el protagonista, hace un viaje para descifrar qué son los vampiros, y, si quererlo, define qué significa ser un humano.

4-    Cumbres borrascosas, de Emily Brontë


De este libro hay adaptación, pero me gustaría ver una nueva, al estilo de la película de Orgullo y Prejuicio. Este libro es un clásico de la literatura romántica, y es my recomendable, sobre todo porque no es empalagoso, como Crepúsculo, o ese tipo de historias que nos narran como la chica protagonista se derrite ante su novio súper-musculoso, bien vestido y millonario.

5-    Medianoche para Charlie Bone, de Jenny Nimmo


Este libro lo leí hace años y, si alguna vez leyeron Harry Potter y se quedaron con ganas de leer una saga parecida, no duden en probar con Charlie Bone. Es una historia que aparentemente transcurre en Londres, aunque en el libro nunca lo menciona. Charlie, quien vive con su mamá y tres tías insoportables, descubre que tiene una habilidad especial: cuando mira una foto, puede escuchar lo que las personas hablaban cuando fue tomada. Al saber de su poder, sus tías lo obligan a ir a la Academia Bloor, una extraña escuela (instalada en un castillo) donde los descendientes del Rey Rojo, un mago que llegó a Europa siglos antes, estudian para explotar sus habilidades. Lo interesante, es que estas habilidades no son magia, como en Harry Potter, sino que son superdotados en el arte, por decirlo de alguna manera. Ahí estudian para ser actores, músicos, pintores… pero también existe un grupo reducido de estudiantes que son capaces de algo más.
Es una saga como de ocho o nueve libros, pero el problema es que no es tan famosa, y solo hay tres publicados en español. Además, son muy difíciles de conseguir: yo solo leí el primero. Sin embargo, lo incluí porque pienso que sería una buena película.

6-    El castillo viajero, de Diana Wynne Jones


No sé a ustedes, pero el título de este libro siempre me llamó la atención, y aunque existe una película animada, sería interesante ver una con protagonistas de carne y hueso. Habla de una chica llamada Sophie Hatter, quien trabaja en la tienda de sombreros de sus padres, y las extrañas aventuras que vivió en el castillo viajero de Howl, un mago con fama de ser malvado. Tiene una fantasía que me tomó un poco por sorpresa y me recordó a Alicia en el país de las maravillas. Lean ese primer párrafo y díganme si no se quedan con ganas de leer más:
“En el reino de Ingary, donde existen cosas como botas de siete leguas y las capas de invisibilidad, ser el mayor de tres hermanos es una desgracia. Todo el mundo sabe que el mayor es el que fracasa primero, sobre todo si los tres salen a buscar fortuna”.

7-    James Potter y la encrucijada de los mayores, de Norman Lippert



En internet existen infinidades de historias que imaginan una continuación de la saga de Harry Potter, pero este libro destaca, sobre todo porque es el principio de una saga que tiene como protagonista a James, el hijo mayor de Harry. El autor puso mucho trabajo en la escritura, y aunque contiene detalles criticables (como la existencia de estudiantes de intercambio con la escuela norteamericana de hechicería), parece un libro salido de la pluma de la mismísima J.K. Rowling, y se disfruta de igual modo. El segundo libro de la saga  (James Potter y la maldición del guardián) es aún mejor, y existe un tercero, que lamentablemente aún no fue traducido al español. Lo genial es que están disponibles gratis en internet, con ilustraciones hechas por el propio autor. En youtube vi algunos intentos caseros de plasmar la saga en la pantalla, pero sería increíble verla adaptada al estilo Harry Potter y la piedra filosofal.

¿Qué les parece? ¿Hay algún libro que les gustaría ver plasmado como película? Comenten y, si les gustó el post, compártanlo. También pueden seguirme en Google+ y en Facebook. Los botones están a la derecha. ¡Nos vemos!