miércoles, 11 de febrero de 2015

El diario del escritor: Mente abierta


Hola chicos ¿Cómo están? En esta entrada de El diario del escritor quiero hablarles de la importancia de tener la mente abierta. Se trata de una actitud que, en mi opinión, es crucial para ser un buen escritor.
Pongamos algunos puntos en claro. Todos tenemos prejuicios: yo los tengo y ustedes los tienen. Sería falso afirmar lo contrario. A lo que me refiero con tener la mente abierta, es a que esos prejuicios que tenemos deben quedar lejos de nuestros textos. Tanto en la etapa de creación, como en el trabajo terminado. La razón es que los prejuicios son muros que se interponen ante cualquier idea, impidiendo que salga a la luz.
Por ejemplo. Un caso evidente de mente abierta, es George R.R. Martin. En sus novelas de Canción de hielo y fuego (Juego de tronos), el autor penetra en mentes dispares (que van desde una niña de ocho años, hasta la de un asesino violador), y las desarrolla de una forma tan compleja, que los personajes te respiran en la cara. Eso no se logra solo imaginando, sino que hay que permitirle a la mente cruzar ciertas barreras que, ya sea por vergüenza o miedo al qué dirán, la mayoría de la gente no traspasa.
Los que leyeron algo de mi novela La princesa valiente, sabrán que está narrada por la propia protagonista. Este detalle, más allá de la calidad del producto terminado, me exige pensar de una manera que, en varios casos, va en contra de mi forma de ser. Porque: no tengo diecisiete, no soy noble, no sé usar una espada ni vivo en un castillo, y, por sobre todo, no soy mujer. Podría haber escrito algo sobre un joven de veinticuatro años que escribe en un blog, pero ¿Dónde estaría lo divertido? Me aburriría escribir sobre eso, y, si algún prejuicio me impidiera meterme en la mente de Madeleine, lo más probable es que ni siquiera sería escritor.
Tal vez, después de leer los ejemplos anteriores, sigan pensando que estoy loco, que solo divago. Lo niego. En la anterior entrada de El diario del escritor (Toca aquí para leerla), les hablé de todos los prejuicios que vencí antes de decidirme a escribir. Pero esa lucha no terminó cuando tomé el lápiz.
La primera novela que empecé a escribir, era de fantasía. Sobre magos. El mayor problema de escribir fantasía épica, es lo complicado de crear algo que no fuera escrito antes por J.R.R. Tolkien, C.S Lewis, o J.K. Rowling (aunque ella tomó ideas de los escritores antes mencionados). Eso no me importó. Tampoco me importaba que mi historia fuera parecida a Harry Potter y El señor de los anillos. Lo que sí me importó fue que la propia novela se transformó en una limitación de mi potencial.
Les explico. Estuve más de tres años escribiéndola, lo que no está mal si la novela hubiera tenido un mínimo de calidad (El propio Tolkien tardó catorce años para escribir El señor de los anillos), pero una forma de pensar cerrada al escribir me impidió ver que estaba cometiendo errores bastante graves, y cuando al fin los noté, era demasiado tarde para repararlos. Entiéndase por errores, una infinita cantidad de adverbios, párrafos del porte de un monolito, y capítulos tan largos, que tardaba horas en leerlos. Pero lo peor, es que yo tenía ideas para varias novelas, que no desarrollaba por estar obsesionado con esta.
Una parte de mi quería escribir una historia romántica, pero otra parte me decía que ese tipo de historias no valían nada, que mejor debía continuar con la fantasía. Al final, convencido de que los errores eran irreparables, la abandone y me lancé a escribir la ansiada novela de romance. Desde entonces he escrito una novela y un relato largo sobre este género.
Por eso insisto con lo de la mente abierta. Si pudiera, lo haría enmarcar en mi pared, porque di muchas vueltas para darme cuenta de que esa es la actitud de un escritor, y ojalá se pudiera llevar como estandarte en todos los aspectos de la vida. No hay peores muros que los levantados por nosotros mismos.

Gracias por leerme. ¿Alguna vez hicieron o dijeron algo convencidos de que estaba bien, y luego se dieron cuenta de que no? Comenten y, si les gustó la entrada, compártanla en la red. ¡Hasta la próxima!

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