miércoles, 18 de febrero de 2015

Las recetas de la abuela



Hola, chicos ¿Cómo están? Hoy les quiero compartir una pequeña historia que encontré en un cuaderno. Lo escribí para la clase de Análisis y Producción de Textos, en la UTU, siguiendo una consigna. La profesora dio tres títulos y teníamos que escribir un texto a partir de uno de ellos. Yo elegí Las recetas de la abuela.

Le digo pequeña historia por llamarlo de alguna manera, porque no sé lo que es. Léanlo y díganme que les parece. Aquí va:


Existen muchas razones por las que alguien recordaría a su abuela. Para la mayoría de las personas, la suya es sinónimo de cariño, de irse a la cama tarde después de oír un cuento asombroso, de llenarse la barriga de delicioso pastel.
Cuando era niña, amaba las recetas de mi abuela. Podía pasarme horas acompañándola en la cocina, observándola, y el día en que no lo hacía era oscuro para mí.
Amaba el golpeteo de las cucharas y las ollas, el canturreo de su voz dulce mientras recortaba las zanahorias, y el especiado perfume que siempre floraba a su alrededor. Lo amaba y me inquietaba, pues mi lengua se derretía ante la posibilidad de probar los manjares que mis ojos ya devoraban de antemano.
Y es que las recetas de mi abuela ejercían un efecto raro en mí. Si llegaba enojada de la escuela, solo debía probar una rebanada de los majestuosos pasteles que preparaba, y mi ceño fruncido se transformaba en una sonrisa.
¡Qué rico, abuela!— solía exclamar, lamiendo mis dedos—. ¡Tú sí que haces magia!
Nunca pensé hasta qué punto eran verdad esas palabras…


¿Qué les pareció? ¿Tienen una abuela como esa? Comenten y, si les gustó el post, compártanlo por la red. ¡Hasta la próxima!

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