viernes, 20 de marzo de 2015

El diario del escritor: El final


 
Hola ¿Cómo están? Hoy estoy feliz, porque hace unas horas terminé de escribir mi novela Laprincesa valiente. Claro que se trata de la primera versión, porque aun me queda corregir y pulir ese escrito, pero me siento como en una nube. Por eso, en esta entrada de El diario del escritor, quiero compartirles mis primeras impresiones al respecto.
Antes que nada, les cuento que escribir esta novela resultó más difícil de lo que esperaba. Para empezar, planeaba tener un borrador completo en unos tres meses, un borrador con al menos el doble de palabras. También imaginaba que la historia podía tener una continuación, que este sería solo el comienzo de una saga. Nada de ello ocurrió…
La novela me llevó un año entero acabarla, y el borrador tiene 53 mil palabras (unas doscientas páginas más o menos). Tampoco necesita una continuación. Pero lo más interesante, es que hace exactamente dos meses estuve a punto de abandonarla…
El número de páginas menor al esperado, se explica por la manera en que decidí encarar la narración de este libro. Una de las características de las novelas de Fantasía Épica, son las descripciones largas de los mundos ficticios donde acontecen. Pero yo no quería eso, porque si me ponía a describir castillos y artefactos mágicos, la historia de Madeleine se iba a perder. Además, ese fue de mis errores más graves cuando empecé a escribir. Perdía el tiempo describiendo lugares y no prestaba atención a lo que quería contar.
Ahora bien. Podría decir que si planeaba escribir cien mil palabras y escribí la mitad, la historia fue un fracaso. Sin embargo, lo corto cuesta más. Para mí es difícil pensar en “cuento”, por decirlo de alguna forma. Todas mis ideas siempre crecen para convertirse en la idea para una novela, y para mí la estructura de un cuento es demasiado pequeña. Como me cuesta pensar así, sé que es difícil.
La novela me llevó más tiempo escribirla porque, a pesar de su brevedad, la historia era más compleja de lo que me pareció al inicio. Eso me obligó a reescribirla varias veces. Cada unos capítulos regresaba al inicio y empezaba a escribirla de nuevo, agregando tres o cuatro capítulos cada vez. Esta modalidad de escritura, si bien fue efectiva, desgastó mi entusiasmo a pasos agigantados.
Eso me lleva a contarles por qué quise abandonarla. Ahora me doy cuenta de que se juntaron varios factores. El primero fue el desgaste: corregir errores en un libro sin terminar es muy engorroso y no se los recomiendo, salvo un caso especial. Otro fue el tiempo: pasaban las semanas y yo todavía estaba reescribiendo los capítulos creados un mes atrás. Tampoco le veía valor: gastaba mí tiempo escribiendo una novela de un género en el que experimentan miles de aspirantes. Pero había algo más…
En diciembre me propuse que, en cuanto iniciara el año nuevo, me podría 100% en buscar la manera de acabarlo. Lo que me irritaba era que sabía exacto cual debía ser el final de la novela, y conocía paso a paso los acontecimientos que me llevarían a este. Sin embargo, era encender la computadora, abrir el Word y… nada. Las ideas se esfumaban.
A mediados de enero, hacía semanas que no tocaba el libro. De hecho empecé a escribir otra historia, decidido a que La princesa valiente se quedaría juntando polvo hasta el fin de los días. Una mañana encendí la computadora, aburrido, cuando el puntero del mouse se paró encima del Word de la novela y lo abrió. Entonces me puse a leerlo y tuve la iluminación.
El problema es que, aunque sabía de memoria cual debía ser el final, este dependía de un detalle que no me convencía, uno que yo implanté en la historia. Digo implanté porque no hay otra forma de describirlo. Aunque yo lo asociaba con esta novela desde antes de escribirla, esta no me dio espacio para colocarlo de manera natural.
En cuanto lo supe, todo el entusiasmo por la novela volvió de un golpe. Ese mismo día escribí un capítulo nuevo. No obstante, existía miedo en mi interior, porque temí que ese entusiasmo se disolvería si no encontraba una forma de mantenerlo vivo. Esa herramienta, fue este blog. Al día siguiente tomé el primer capítulo de la novela y lo publiqué aquí, para saber opiniones y para obligarme. Si otras personas sabían de la novela y se entusiasmaban leyéndola, por mi honor de escritor tenía que darle un final.
Descubrir ese detalle, y el entusiasmo que renació, hicieron que ocurriera algo muy bonito. Los personajes no eran títeres míos, si no que reaccionaron como si fueran personas reales. Porque lo son. Sé que Madeleine está viva, porque ella me conto su historia y yo la pasé al Word. Me siento muy halagado de que me eligiera a mí para ello.
Gracias por leerme. Me emocionó mucho el final del libro y ya estoy ansioso por mostrárselos. Comenten y, si les gustó el post, compártanlo. También pueden agregarme en Google+ o en Facebook. Los botones están a la derecha. ¡Nos vemos!

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