lunes, 6 de abril de 2015

Las ruinas


Hola ¿Cómo están? Hoy va el capítulo trece de La princesa valiente. Espero que les guste.

13
Las ruinas

¿Qué era esa cosa?— pregunté.
Una mantícora— dijo Lorena. Caminó hacia el cuerpo del monstruo y le vació encima el contenido de un frasco.
¿Por qué nos atacó?— tosió James. El horrendo león empezó a disolverse como un trozo de mantequilla en el fuego: expelía un humo apestoso.
No es lugar para hablar— sentenció Lorena—. Tenemos que ir a la librería antes de que vuelvan.
Miré a James y en su rostro hallé el mismo desconcierto. Nos metimos con Lorena al vehículo.
Tía, no sabía que tenías una camioneta— comenté.
No tengo— dijo ella. Hubo un chasquido y el motor se encendió—. La robé.
Lorena se negó a darnos explicaciones. Condujo la camioneta a la librería y estacionó en la acera.
¿Qué pasó?— pregunté. El ventanal de la librería estaba hecho añicos. Al entrar en ella, tuvimos que esquivar montañas de libros deshojados.
También estuvieron aquí— dijo James.
Así es—dijo Lorena. Cuando subimos al apartamento, vimos el mismo desastre—. La mantícora y tres caballeros de Starivia armados hasta los dientes. Herí a dos antes de que fueran en tu busca.
¿Te dañaron?— pregunté.
Solo a mi casa—. Lorena caminó hacia su armario de pociones y empezó a guardar los frascos sanos en una maleta—. Me salvé porque no me buscaban a mí.
¿A qué te refieres?
Los oí mencionar tu nombre antes de irse.
¿Por qué buscaban a Madeleine?— preguntó James—. ¿No existe una alianza entre Dermorn y Starivia? ¿Y cómo supieron que ella está en Londres?
Son las mismas preguntas que me hago— dijo Lorena—. Pero fue una suerte que mi sobrina eligiera esta noche para escaparse a escondidas contigo.
Me miró a los ojos y yo me sonrojé.
¿Cómo nos encontraste?
Con esto.
Lorena hundió la mano en su bolso y sacó a la luz una esfera de cristal.
Genial…
Por el contrario— mi tía levantó la esfera y entornó los ojos al mirarla—. Tendrían que aparecer Catherine y Danielle en ella: siempre aparecen cuando necesito información. Sin embargo, una niebla las mantiene ocultas.
¿Quieres decir que están en peligro?— pregunté. Lorena guardó la esfera y siguió empacando la maleta.
Hay que averiguarlo— dijo—. Nos iremos en el primer vuelo que salga a París.
Las acompañaré— dijo James.
¿Estás loco?— lo enfrenté.
No dejaré que vayan solas.
Este no es tu problema.
¡Intentaron matarte! Jamás me perdonaría si te hacen algo.
Su ayuda nos vendría bien—. Lorena se interpuso entre nosotros—. ¿Tienes pasaporte?
Está en mi casa— dijo James.
Las mantícoras pueden seguir el rastro de una persona donde sea, no importan la distancia o el tiempo—. Mi tía le puso un frasquito en la mano—. Esta es mi poción más rara. Cuando salgas de tu casa, échala en la puerta. Ocultará el olor de tu familia, al menos por unos días.
Vale.
Llévate la camioneta. Júntate con nosotras a las siete, en el aeropuerto de Heathrow ¿Sabes cómo llegar?
Claro— James se dio vuelta y caminó hacia la puerta.
¡Espera!— exclamé. Caminé hacia el chico y le di un rápido beso en los labios—. Cuídate…
Igual tú— dijo James. Desapareció escaleras abajo y yo me volví a Lorena, azorada.
¿De verdad lo esperaremos?— le pregunté.
Claro— dijo—. Vi lo que hizo por ti. Si no fuera por él, tendría una sobrina menos.
Mi habitación estaba en ruinas. Junté del suelo la ropa que seguía sana y la empaqué en una maleta. Me quité el vestido del baile para cambiarlo por un vaquero y un suéter y mientras lo hacía, reparé en mi cartelera con fotos. La cámara de Marian estaba pisoteada y destruida, pero estas seguían intactas. Las despegué y también las empaqué.
Abordamos un taxi y cruzamos la ciudad en la penumbra que precede al amanecer. James se reunió con nosotros en el hall del aeropuerto. El silbido del avión me puso los pelos de punta, pero traté de no verme afectada frente a él. Lo único que quería era llegar a Francia y encontrar respuesta a nuestras preguntas.
Esto es muy raro— dijo Lorena, cuando salimos del aeropuerto de París. Aporreaba las teclas de su celular—. Contaba con que Evangeline nos ayudaría, pero no responde mis llamadas.
¿Y en tu esfera?
Tampoco.
¿Crees que le sucedió algo?
No lo sé…
Lorena paró un taxi y subió junto al conductor para darle instrucciones. James y yo nos sentamos juntos, en la parte de atrás.
¿Le contaste a tu madre lo que harías?— pregunté.
Le dejé una nota— dijo James—. Contarle cara a cara, me habría hecho las cosas difíciles.
No debiste venir.
No permitiré que te pase nada…
¿Crees que tienes derecho a arriesgar tu vida por mí solo porque nos besamos?
Arriesgo mi vida por ti porque te quiero. Si no lo hago por alguien a quien amo ¿Por quién lo haría?
Empiezo a pensar que me equivoqué contigo— me crucé de brazos—. Tal vez mi padre tenía razón al querer casarme por la fuerza ¿De qué sirve el amor si te hace actuar como un imbécil?
¿Enserio te parezco un imbécil?
Solo un idiota abandona a una familia como la tuya para seguir a unas desconocidas.
Y lo dice la chica que dejó una vida de lujos en un castillo para ir al colegio…
Miré a James de boca abierta. Busque en mi cabeza alguna frase cortante, pero no se me ocurrió. En su lugar, desvié el rostro al cristal y no hablé el resto del viaje.
La capital quedó atrás. Nos internamos en una carretera que cruzaba un bosque y pasó una hora hasta que el taxi se detuvo.
Aquí es, señorita— dijo el conductor.
No puede ser— dijo Lorena. Abrió la puerta del taxi y se alejó corriendo.
Miré a James y tragué saliva. Él se inclinó para pagar la tarifa y salimos juntos del vehículo.
También estuvieron aquí— dijo Lorena, con la voz ahogada. Ocultó su rostro, pero supe que estaba llorando. Mis ojos se empañaron.
La casa de Evangeline era un cúmulo de ruinas ennegrecidas. No tenía tejado y la mitad de las paredes estaban derrumbadas sobre el descuidado jardín. Una cinta amarilla rodeaba todo el patio.
Parece que fue hace días— dijo James.
Lorena pasó bajo la cinta amarilla y se metió en la casa. James y yo la seguimos. El olor a cenizas mezclado con agua me impregnó las fosas nasales.
Fue esa mantícora— dijo Lorena. Se inclinó a mirar las marcas en el suelo. Me llevé una mano al pecho.
¿Quieres decir que todo esto es mi culpa?— pregunté—. ¿Mataron a Evangeline para encontrarme?
No es tu culpa— dijo James—. Tú no mandaste a ese monstruo.
Es verdad— Lorena se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.
Vámonos de aquí— di un paso atrás—. No soporto seguir viendo esto…
¡Espera!— el grito de James llegó tarde. El suelo crujió bajo mis pies y caí junto a una avalancha de desperdicios.
¿Estás bien?— preguntó Lorena.
Si— dije. Me llevé las manos a la espalda—. El sótano detuvo mi caída.
Luché por incorporarme. Cerré la mano en un trozo de metal y me lastimé un dedo. Al volver la vista, vi una espada clavada en la piedra del suelo. Era mi espada.
Toma mi mano— dijo James, asomándose por el agujero que quedó sobre mí.
Espera…— me paré y desclavé la espada del suelo. Al parecer, el fuego no la destempló. Busqué la vaina entre los restos y la hallé entre una montaña de ladrillos. Enhebré el cinto con el arma en mis vaqueros.
Tenemos que seguir hasta Dermorn— dije, cuando los tres estuvimos fuera de la casa.
Es peligroso— dijo Lorena—. Las señales no son buenas. No sabemos los peligros que nos esperan en el camino. Si la bola de cristal no muestra a nadie en Dermorn, es porque ahí está pasando algo. Hasta donde sé, puede que toda Starivia esté tras nuestro rastro.
Entonces tenemos que buscar ayuda— dijo James. Lorena y yo lo miramos.

Hasta aquí el capítulo del libro. Espero que les esté gustando: como verán, la historia está tomando nuevos aires. ¿Qué piensan del romance de James y Madeleine? Comenten y, si les gustó el post, compártanlo. También pueden agregarme en Google+ y en Facebook. Los botones están a la derecha ¡Nos vemos!

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