Hola, chicos ¿Cómo están? La semana
pasada prometí que seguiría publicando capítulos de mi novela La princesa
valiente, y es hora de cumplir. Hoy van el dos y el tres. Si no se
acuerdan de que iba el primero, pueden echarle un vistazo aquí. Ahora, los dejo con la novela.
Espero que les guste.
Capítulo 2
Cuentos del
exterior
Al caer la noche, mi padre dio un
banquete dentro del castillo. Tanto miembros de las familias Brendam y
Deveraux, como los caballeros que participaron del torneo, nos acomodamos ante las
grandes mesas dispuestas a lo largo y ancho del salón del trono. En las
paredes, las imágenes de héroes y cacerías fueron remplazadas por los
estandartes reales. Las tres flores de lis, oro sobre campo de gules, del reino
de Dermorn, y el dragón de oro sobre sable, de Starivia.
Pronto, el ambiente se inundó del
murmullo de las voces y la música interpretándose al unísono, así como del
aroma de los manjares que se alzaban ante los comensales. Perdices, cisnes y
pavos sazonados con mostaza y perejil; tartas, platones con guisos muy
especiados, e incluso un enorme jabalí que Alduick, el capitán de la guardia,
cazó en el Bosque Misterioso.
— ¡No puedo creer que vencieran a
Galadrius!— dije, mientras atacaba una tarta de pescado—. No tengo nada contra
Andretious, pero sería genial borrarle la sonrisa altanera a esa Ámbarin.
— Será difícil vencerlo: recuerda
que los Brendam montan dragones en su reino— dijo Catherine—. Para Andretious, nuestro torneo es un juego de niños.
— Todavía queda un día de justas, y
no olvides que Alduick sigue en carrera.
— Parece que Ámbarin le cae bien.
El capitán estaba sentado en la mesa
principal, junto a Ámbarin. Alardeaba, así como la mitad de los caballeros del
salón, y la princesa lo escuchaba sin prestar atención a la comida.
— No es la única que cayó en gracia
a los ojos de un caballero— comentó Danielle, la gemela de Catherine. Fruncí el
ceño.
— ¿Tú también me molestarás con
eso?— pregunté. Desde que el caballero sin nombre perdió la justa ante
Andretious, nadie desperdiciaba la ocasión de recordarme la rosa. Ámbarin
exprimió el suceso al máximo para alimentar sus burlas, y yo esperé encontrar
paz sentándome entre mis primas Catherine y Danielle, lo más lejos posible de
los Brendam. Me equivoqué.
— ¿De qué te quejas? Debiste dedicarle
una sonrisa.
— No le dedicaré una sonrisa a ese
perdedor.
— Será perdedor, pero es guapo— dijo
Catherine, pestañeando con coquetería. Busqué el punto donde ponía los ojos y
vi al joven, sentado entre un grupo de caballeros con la misma divisa: un grifo
de plata sobre campo púrpura.
— No me importa que sea guapo. Ese
un imbécil me dejó como una estúpida frente a medio reino.
— Necesitas salir más de este
castillo, primita— dijo Danielle.
— Ojalá pudiera.
— Tienes que patalear para que te lo
permitan. Si no sales de aquí ¿Cómo piensas conocer chicos? Hasta donde sé, lo
más cerca que estuviste de tener novio, fue esta tarde.
— ¿Novio?— me reí—. Mi padre quiere
verme casada, y siquiera me dejará elegir al pretendiente.
— ¡Qué terrible!— exclamó Catherine—.
A este reino le hace falta modernizarse. En el mundo exterior nadie te
obligaría a casarte por la fuerza.
— Papá detesta que le hable del
mundo exterior: dice que es peligroso.
— Tonterías— dijo Danielle—. En el
mundo exterior la gente es más libre que aquí. Catherine y yo lo comprobamos
bien el verano anterior.
— ¿Cómo?
— La tía Lorena, esa que vive en
Inglaterra desde hace años, nos invitó a pasar una temporada con ella.
— ¿Y tu papá les permitió ir?
— Por supuesto. La tía y él se
llevan muy bien… ¿Nadie te contó que fuimos?
— No…— hacía más de un año que no
hablaba con las gemelas. Por mucho tiempo fueron mis damas de compañía.
Compartían conmigo la mayoría de las clases con la señora Grislund y me
escoltaban en cada ceremonia en la que debía estar presente. No eran las
únicas, pero solo con ellas me llevaba bien, porque en su interior bullía la
curiosidad y fuimos compañeras en muchas aventuras.
Los años nos separaron. Mientras yo
luchaba por hacer una costura decente, Catherine y Danielle se convirtieron en
damas. Siguieron siendo mis mejores amigas, pero ocupaban mucho de su tiempo
hablando de chicos y olvidaron las travesuras. Viajaban mucho a Villa Encanto
con Gabrielle, para hacer la vida social que en el castillo era tan difícil,
debido a su aislamiento. Al final, sus padres se las llevaron a vivir a esa
ciudad, y pasaban el día recibiendo visitas de familias que buscaban una buena
esposa para su hijo. O eso decía mi padre…
— Ni te imaginas lo emocionante que
fue— comentó Catherine—. Nos trajimos unos vestidos tan lindos.
— Es mejor que en las revistas— dijo
Danielle. El corazón medió un brinco: se refería a las revistas que escondía en
mi habitación. Revistas de moda y de chismes del mundo exterior. No sé como las
consiguieron mis primas, pero eran mi tesoro más valioso. Siempre que las leía,
que miraba a las mujeres que aparecían en las fotos, mi mente volaba. Me
apoyaba en el alfeizar de la ventana y pasaba una tarde entera soñando con
países lejanos, con historias de romances en el colegio y con estar llena de
amigas.
— ¿Es verdad que las mujeres pueden
elegir con quien estar?— pregunté.
— ¡Por supuesto! Son libres de besar
a quien quieran, de usar la ropa que más les guste y de trabajar donde les
apetezca. Allí no dependemos de los hombres.
— ¿En serio?
— No digo que a las mujeres se les
permita hacer de todo, porque aún en ese mundo existen prejuicios, pero si
vivieras ahí, serías más libre que aquí.
— Genial…
— Deberías insistirle a tu padre
para que te permita dejar Dermorn, aunque sea por un mes…— dijo Catherine—. Si
le envías una carta, Lorena te acogerá en su casa.
— Puedo insistir, pero mis padres no
cederán. Estaré en el castillo hasta el día de mi boda.
— No pueden retenerte por la fuerza.
Casi tienes dieciocho años ¡Tienes derecho a elegir un camino en tu vida!
— No aquí en Dermorn— dejé caer la
cabeza con una rara sensación en el pecho. Tenía ganas de llorar.
— ¿Y si te escapas de Camin
Balduin?— sugirió Danielle. Alcé el rostro y la miré a los ojos. Mi prima solo
decía locuras.
Capítulo 3
La decisión
— Eres lenta ¿lo sabías?— se burló
Galadrius.
— Lento lo serás tú— dije. Giré
sobre mis talones, trazando un círculo con la espada. El acero de Galadrius se
interpuso y lanzó un manojo de chispas.
— No importa cuán lento sea: nunca
me vencerás— sus ojos estaban fijos en los míos. Las espadas, firmes,
forcejeando entre nosotros.
— Hablas demasiado ¿Temes que tu
hermanita te deje en ridículo?
— Nunca…
Galadrius me apartó de un empujón.
Di un paso atrás y las piernas se me enredaron en el vestido. Lo próximo que
sentí, luego de golpear el trasero contra la piedra, fue el pinchazo del acero
en el pecho.
— ¡Eso es trampa!— dije—. Si no
fuera por el vestido, yo…
Galadrius aparto la espada y me
ayudo a pararme.
— Vi mi ventaja y la aproveché.
— Tu ventaja es ser hombre— dije.
Envainé la espada y caminé hacia las almenas. Me apoyé en el muro y admiré las
carpas que llenaban la colina. El mismo viento que mecía las banderas me agitó
el cabello, como si quisiera consolarme con su caricia.
Galadrius se apoyó a mi lado. Sus
ojos me escrutaron el rostro.
— ¿Qué te sucede, Madeleine?
— No me hagas caso…
— ¿Estás enojada? Si quieres te doy
la revancha…
— No es eso.
— ¿Y entonces?
— No lo entenderías.
— Jamás lo entenderé si no me lo
dices.
Aparté los ojos de las carpas y miré
a mi hermano. Abrí la boca y la cerré, indecisa. Galadrius sonrió.
— ¿Tan complicado es?
— ¿Y si digo que haré algo que
molestará mucho a papá?— solté. El rubor me llegó hasta las orejas—. ¿No te
parece para preocuparse?
— ¿Lo que harás te provocará
satisfacción? ¿Te hará feliz?
— Yo… Eso creo…
— ¿Matarás a alguien?
— No— la pregunta me sorprendió.
— ¿Te tirarás por una ventana?
— No, yo…
— Entonces ¿Cuál es el problema?
— Papá se molestará si…
Galadrius se rió.
— ¿Desde cuándo te preocupa estar
bien a los ojos de papá?— preguntó. Apreté los labios—. Los consejos de mamá y
papá son valiosos— continuó—, pero no por ello deben regir tu vida. Si le
siguieras la corriente en todo a papá ¿Acaso serías tan buena con la espada?
— No.
— ¿Lo ves? Esas son las decisiones
que te definen. Si no supieras usar la espada no serías la Madeleine que eres.
Serías otra princesita estirada, como Ámbarin.
La comparación me hizo reír.
— Eso es verdad…
— Si te hace feliz, debes hacerlo.
Siempre y cuando creas que está bien, no importa a quien molestes.
— ¿Y si digo que te molestará a ti?
— Solo me molestaría que seas
infeliz…
— Disculpen…— la voz llegó desde
nuestra espalda.
— ¿Qué sucede, Alduick?— preguntó mi
hermano, enfrentando al caballero.
— Su padre y su madre me pidieron
escoltar a la señorita Madeleine hasta el salón del trono. Desean hablar con
ella cuanto antes.
— ¿Sabes para qué?
— Me temo que no, señorita…
Dirigí una mirada a Galadrius antes
de separarme de él y seguir al caballero hasta el salón del trono. Mis pasos
hicieron eco sobre el mármol de la enorme estancia cuando crucé el espacio que
me separaba de papá. Mi madre lo acompañaba, sentada en una silla, a su
izquierda.
— ¿Se puede saber dónde estabas?—
preguntó papá, con el ceño fruncido—. Te buscamos por todo el castillo.
— Estaba con Galadrius, practicando
con la espada.
— ¿Y por qué no estabas en clase con
la señora Grislund, tal como corresponde?
— Ya sabes que me aburre coser,
papá.
— No importa que te aburra: es tu
deber. Galadrius también tiene tareas y no anda escondiéndose para evitarlas.
— A él no lo obligas a coser todo el
día…
— Tu papá tiene razón, Madeleine—
intervino mamá, con su voz cargada de dulzura—. Todos tenemos deberes
distintos, acordes al puesto que ocupamos en este reino. Tu hermano Galadrius será un rey, y es
preciso que se convierta en un maestro de las artes de la caballería. En
cambio, tú serás una princesa, una esposa y una madre. Es preciso que estés
preparada para enfrentar tus propios retos.
Abrí la boca para protestar, pero
terminé mordiéndome el labio. Mi padre continuó hablando.
— Precisamente te citamos para
hablar sobre el asunto de tu matrimonio.
— Papá, yo no…
— Te encontramos un pretendiente.
Un frío me recorrió la espalda.
— ¿Qué?
— Es un sobrino del rey Darbious—
dijo mamá—. Participó del torneo. Su padre se reunió anoche con nosotros y nos
hizo la oferta.
— ¿Dices que me casaré con uno de
los primos de Ámbarin?— la idea de besar a cualquiera emparentado con ella, me
revolvía el estomago.
— Bridius Brendam— dijo papá—. Esta
noche haremos oficial el compromiso.
— ¿Con ese tonto?— pregunté,
horrorizada—. ¡No me casaré con él!
Mi padre se puso de pié.
— No toleraré que nos grites,
jovencita.
— ¡Grito todo lo que me venga en
gana! ¿Cómo quieres que me case con ese imbécil? ¡Ni siquiera lo conoces!
— Te casarás con quien yo te ordene.
— ¡No!— me di vuelta y salí
corriendo.
— ¡Vuelve aquí! ¡Madeleine!— los
gritos de mi padre quedaron amortiguados cuando abandoné el salón. Recorrí los
pasillos del castillo hasta encontrar la escalera que subía a mi habitación, en
la cima de una torre. Atranqué la puerta y me senté en la cama, limpiando las
lágrimas que resbalaban por mis mejillas.
Miré las revistas que reposaban en
mi almohada, esas que me regalaron Catherine y Danielle, trayéndome los únicos
conocimientos de lo que existía más allá de Dermorn.
En las portadas se veían mujeres
sonrientes, luciendo modelos de ropa de lo más alocados. Eran mujeres libres,
capaces de decidir lo que querían en su vida. Al mirarlas, siempre quería
cambiar de lugar con ellas.
— Llegó el momento de hacerlo— me
dije. Tomé un viejo morral y empaqué mis pertenencias.
¿Qué les pareció? ¿Alguna vez los
obligaron a hacer algo que no querían? Comenten y suscríbanse al blog. Habrá un
capítulo nuevo cada semana. ¡Nos vemos!
a
Dejaste la trama clasica y tipica de la Negacion a la Obligacion.de un personaje. Esta muy buena la trama. La unica cosa que me parece rara son las revistas, aunque esta claro que uno puede agregarle cualquier cosa. Muy buena trama.
ResponderEliminarQue bueno que te guste. Seguí leyendo porque después vas a entender la idea de las revistas. La trama es un poco diferente más adelante, aunque te desde ya t adelanto que si esperás fantasía y acción, no vas a quedar defraudado. Gracias por comentar, saludos!!!!
Eliminar