Hola ¿Cómo están? Hoy
les comparto el capítulo diecisiete de La
princesa valiente.
Les pido perdón por no publicarlo ayer, pero solo puedo decir que
tuve compromisos que consumieron mi tiempo y energías más de lo que
esperaba, y que no era mi intención fallar en el blog.
Ahora sí, los dejo con
la historia.
17
Respuestas
Levanté los parpados y
la luz presionó mis pupilas. El aire olía a alcohol y menta,
contrastando con la calidez del lecho. Deslicé una mano entre las
mantas de tela basta y rocé la venda en mi cabeza.
Me erguí sobre el codo.
Estaba en una habitación pequeña, toda hecha de madera. La luz
provenía de un ventanuco circular, tan brillante que veía las
partículas de polvo arremolinándose cual enjambre de abejas.
Abandoné el calor y caminé hacia ella. Más allá del cristal, el
sol lo abarcaba todo. La habitación se movió y la cabeza me dio
vueltas.
La cama reclamaba mi
regreso, pero el olor de los medicamentos me recordó a Lorena.
Busqué ropa y la hallé en un baúl, junto a la espada y el resto
de mis pertenencias. El suelo seguía moviéndose cuando enhebré el
cuerpo en un vestido.
Un pasillo y una escalera
me separaban del exterior. El sol me dio de lleno, al igual que a las
personas que iban de aquí para allá, concentradas en sus labores.
Me paré ante una baranda donde iniciaba el mar, que se extendía en
todas direcciones, sin fin. El olor a sal me hizo estornudar.
Alguien me tendió un
pañuelo.
— Salud— dijo. Al ver
la sonrisa de Lorena, salté sobre ella y la abracé. Las lágrimas
iniciaron su cauce por mis mejillas.
— Pensé que morirías—
dije.
— No faltó mucho—
pasó un momento hasta separarnos. La pregunta empujó en mi
garganta.
— ¿Dónde está James?
— James está bien.
Estuvo velando por ti desde la batalla en el bosque, pero lo convencí
de que se tomara un descanso. Creo que ahora está reunido con el
capitán
— Voy a verlo— dije.
El barco se tambaleó y me agarré del barandal. Lorena me rodeó con
un brazo.
— Tranquilízate,
Madeleine. Te diste un fuerte golpe en la cabeza.
— Es verdad— recordé
la venda y me toqué la frente—. ¿Qué pasó? ¿Cuánto tiempo
estuve inconsciente?
— Tres días.
— ¿Tanto…?
— El capitán Jaques
apareció con una compañía de guerreros e hizo huir a los Brendam—
explicó Lorena—. Después de la batalla te encontramos entre los
cuerpos de un par de caballeros. Perdiste mucha sangre. Construimos
una camilla y te trajimos al barco.
— ¿Pude morir?
— Casi. Recurrí a
algunos de mis hechizos más poderosos para sanar tu herida.
La noticia fue como un
puñado de rocas llegando a mi estomago. En un segundo, sentí como
si fuera de cristal, y la cama me reclamó a voces. Lorena lo notó.
— Descansa— dijo—.
Mañana llegaremos a Castelburgo y nos reuniremos con el rey.
La ciudad apareció en el
horizonte una hora después del amanecer. Cuando Lorena me dio la
noticia, subí a la cubierta y me acerqué a la proa. Castelburgo se
erguía encima de una leve colina que sobresalía del mar, rodeando
al castillo de Castelbrick, en cuyas torres, los estandartes del
unicornio bailaban al viento.
En los puertos, el
quejido de las gaviotas se destacó sobre el resto de los sonidos: el
batir de los remos, el golpeteo de los martillos, las voces en el
mercado del pescado. Igual que las aves, los barcos tenían un
espacio privilegiado en el cuadro visual, amarrados en grupos
numerosos. Algunos estaban dañados, con mástiles que colgaban
inservibles o cubiertas ennegrecidas por el fuego.
No vi a James hasta que
bajó del barco y se unió a mí, seguido del capitán Jaques y
Lorena. Un caballero vino a nuestro encuentro y nos guió hasta el
carruaje, estacionado ante la muralla de la ciudad. Al cruzar el
enorme portal, trepamos por las calles empedradas.
El castillo de
Castelbrick nos recibió con las puertas abiertas. Bajamos del
carruaje en mitad de un caluroso patio de armas, rodeados de torres y
caballeros en formación. Una cara conocida se abrió paso hacia
nosotros.
— ¡Tío Philip!—
exclamé. Fui hasta él y lo abracé.
— ¿Estás bien?— me
tomó de los hombros y se fijó en la venda. Asentí para
tranquilizarlo—. Me alegra tanto verte con vida…
— A mí también me
alegra verte— dije. Me quedé mirando su rostro. Era bastante
parecido al de mi hermano Galadrius, aunque enmarcado por el mismo
cabello dorado de mamá—. ¿Cómo está el abuelo? ¿Lo veremos ya?
Los ojos de Philip se
apartaron. Reparé en la corona que llevaba sobre la cabeza y el
mundo se tambaleó. James se apuró a contenerme, evitando mi
derrumbe. Las lágrimas presionaron para salir.
— ¿Cómo murió tu
padre?— preguntó Lorena.
— Murió en Camin
Balduin— dijo Philip—. Lo asesinaron durante la boda de
Gabrielle.
Philip le agradeció al
capitán Jaques por traernos a salvo y entró al castillo con James,
Lorena y yo. Nos reunimos en el salón del trono, alrededor de una
mesa. Para entonces, mi llanto se detuvo y bebía una taza de té.
— Los tuyos estarán
bien— dijo Philip—. Ordené que les preparen habitaciones en el
castillo.
— ¿Y qué hay de los
grifos?— preguntó James—. Necesitan un cuidado especial.
— Mi gente los cuidará
como es debido, no te preocupes— Philip se volvió a Lorena—.
Ahora me gustaría saber de ustedes ¿Cómo escaparon de Dermorn?
— No escapamos de
Dermorn, intentábamos entrar en él— dijo Lorena.
Philip levantó las
cejas. Él suponía, como lo suponía mi padre desde que escapé de
Camin Balduin, que estaba oculta en algún sitio de Dermorn. De
hecho, tanta era su seguridad al respecto, que no existía búsqueda
ni recompensa por encontrarme. Pensaban que, una vez terminado mi
berrinche, regresaría por mi misma al castillo. Lorena le contó de
su librería y como los caballeros de Starivia la destruyeron para
hallarme. También habló de la mantícora y de la muerte de
Evangeline.
Philip se inclinó sobre
la mesa.
— ¿Entonces no saben
lo que pasó?— preguntó.
— Tú eres el único
que nos dio una pista— dije. Mi tío recorrió las miradas
expectantes que lo acosaban.
— Dermorn fue invadido—
dijo—. El rey de Starivia tomó Camin Balduin y, hasta donde sé,
hizo prisioneros a tus padres.
Abrí la boca, pero no me
salió la voz. El nudo en mi garganta se apretó más, amenazando con
el retorno del llanto. Philip continuó hablando, instado por Lorena.
— Mi padre y yo
estuvimos ahí cuando sucedió todo… Supe que algo andaba mal
cuando vi tantos soldados.
— ¿Qué sucedió?
— Se aprovecharon de la
confianza de Alexandre. Los Brendam planeaban tomar Camin Balduin
durante la boda de Gabrielle. Pusieron soldados en sitios
estratégicos durante la ceremonia y, para cuando entendimos lo que
pasaba, ya era tarde… Ese dragón acabó con la vida de mi padre.
— ¿Qué dragón?—
pregunté.
— Orión, el dragón de
Darbious— dijo Lorena. Philip asintió.
— Aprovecharon la
confianza de Alexandre. Los dragones son importantes en la cultura de
Starivia, y habría sido un insulto no permitirle a Darbious llevar
una bestia a la boda de su hijo. Como la ceremonia era símbolo de la
paz entre Dermorn y Starivia, nadie pensó que lo espolearía contra
los invitados— mi tío escondió el rostro entre las manos—.
Sentí tanta vergüenza… Nunca debí abandonar el reino…
— No podías imaginar
que se cerrarían las fronteras— dijo Lorena—. Al apoderarse del
castillo por la fuerza, el poder que los Deveraux tenían sobre el
reino pasó a manos de Darbious. Ahora es él quien controla la
frontera.
— Es humillante—
Philip tenía el rostro rojo—. Siempre creí ser bueno en el
ajedrez, pero no vi como los Brendam hacían sus movimientos frente a
mis narices. ¡Era tan obvio!
Recordé las veces que
Philip y yo jugamos al ajedrez, durante sus visitas a Camin Balduin.
A veces me dejaba hacer trampa, pero ni así podía ganarle. Siempre
tenía un movimiento bajo la manga y yo terminaba cayendo en sus
trampas.
Estaba demasiado alterada
para sentir lástima.
— ¿Qué pasó con mi
familia?— pregunté—. ¿Cómo sabes que aún vive?
— No lo sé con
certeza— asintió Philip—. Pero Darbious no matará a nadie hasta
asegurarse el control del reino., cosa que ocurrirá muy pronto si no
enviamos ayuda. Aunque mi gente lucha para evitarlo, las tropas de
Starivia no paran de entrar a Dermorn.
— ¿Tienes algún
plan?— preguntó James.
— Estoy preparando un
ejército para asaltar el reino.
— Ejercito que de nada
servirá si no puedes pasar La Torre Aura.
— Lo sé, por eso
estuve investigando— Philip se paró y caminó hacia una mesa
repleta de libros. Regreso con un volumen bastante grueso entre los
dedos—. Creo que podemos deshacernos del escudo mágico.
Gracias por leerme.
¿Entienden las explicaciones? Si hay algo que no entiendan de la
historia, sería importante que me lo dijeran en los comentarios: así
sabré lo que tengo que cambiar en cuanto empiece la reescritura, que
espero sea pronto ¡Nos vemos!
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