martes, 5 de mayo de 2015

Respuestas


 
Hola ¿Cómo están? Hoy les comparto el capítulo diecisiete de La princesa valiente. Les pido perdón por no publicarlo ayer, pero solo puedo decir que tuve compromisos que consumieron mi tiempo y energías más de lo que esperaba, y que no era mi intención fallar en el blog.
Ahora sí, los dejo con la historia.


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Levanté los parpados y la luz presionó mis pupilas. El aire olía a alcohol y menta, contrastando con la calidez del lecho. Deslicé una mano entre las mantas de tela basta y rocé la venda en mi cabeza.
Me erguí sobre el codo. Estaba en una habitación pequeña, toda hecha de madera. La luz provenía de un ventanuco circular, tan brillante que veía las partículas de polvo arremolinándose cual enjambre de abejas. Abandoné el calor y caminé hacia ella. Más allá del cristal, el sol lo abarcaba todo. La habitación se movió y la cabeza me dio vueltas.
La cama reclamaba mi regreso, pero el olor de los medicamentos me recordó a Lorena. Busqué ropa y la hallé en un baúl, junto a la espada y el resto de mis pertenencias. El suelo seguía moviéndose cuando enhebré el cuerpo en un vestido.
Un pasillo y una escalera me separaban del exterior. El sol me dio de lleno, al igual que a las personas que iban de aquí para allá, concentradas en sus labores. Me paré ante una baranda donde iniciaba el mar, que se extendía en todas direcciones, sin fin. El olor a sal me hizo estornudar.
Alguien me tendió un pañuelo.
Salud— dijo. Al ver la sonrisa de Lorena, salté sobre ella y la abracé. Las lágrimas iniciaron su cauce por mis mejillas.
Pensé que morirías— dije.
No faltó mucho— pasó un momento hasta separarnos. La pregunta empujó en mi garganta.
¿Dónde está James?
James está bien. Estuvo velando por ti desde la batalla en el bosque, pero lo convencí de que se tomara un descanso. Creo que ahora está reunido con el capitán
Voy a verlo— dije. El barco se tambaleó y me agarré del barandal. Lorena me rodeó con un brazo.
Tranquilízate, Madeleine. Te diste un fuerte golpe en la cabeza.
Es verdad— recordé la venda y me toqué la frente—. ¿Qué pasó? ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?
Tres días.
¿Tanto…?
El capitán Jaques apareció con una compañía de guerreros e hizo huir a los Brendam— explicó Lorena—. Después de la batalla te encontramos entre los cuerpos de un par de caballeros. Perdiste mucha sangre. Construimos una camilla y te trajimos al barco.
¿Pude morir?
Casi. Recurrí a algunos de mis hechizos más poderosos para sanar tu herida.
La noticia fue como un puñado de rocas llegando a mi estomago. En un segundo, sentí como si fuera de cristal, y la cama me reclamó a voces. Lorena lo notó.
Descansa— dijo—. Mañana llegaremos a Castelburgo y nos reuniremos con el rey.
La ciudad apareció en el horizonte una hora después del amanecer. Cuando Lorena me dio la noticia, subí a la cubierta y me acerqué a la proa. Castelburgo se erguía encima de una leve colina que sobresalía del mar, rodeando al castillo de Castelbrick, en cuyas torres, los estandartes del unicornio bailaban al viento.
En los puertos, el quejido de las gaviotas se destacó sobre el resto de los sonidos: el batir de los remos, el golpeteo de los martillos, las voces en el mercado del pescado. Igual que las aves, los barcos tenían un espacio privilegiado en el cuadro visual, amarrados en grupos numerosos. Algunos estaban dañados, con mástiles que colgaban inservibles o cubiertas ennegrecidas por el fuego.
No vi a James hasta que bajó del barco y se unió a mí, seguido del capitán Jaques y Lorena. Un caballero vino a nuestro encuentro y nos guió hasta el carruaje, estacionado ante la muralla de la ciudad. Al cruzar el enorme portal, trepamos por las calles empedradas.
El castillo de Castelbrick nos recibió con las puertas abiertas. Bajamos del carruaje en mitad de un caluroso patio de armas, rodeados de torres y caballeros en formación. Una cara conocida se abrió paso hacia nosotros.
¡Tío Philip!— exclamé. Fui hasta él y lo abracé.
¿Estás bien?— me tomó de los hombros y se fijó en la venda. Asentí para tranquilizarlo—. Me alegra tanto verte con vida…
A mí también me alegra verte— dije. Me quedé mirando su rostro. Era bastante parecido al de mi hermano Galadrius, aunque enmarcado por el mismo cabello dorado de mamá—. ¿Cómo está el abuelo? ¿Lo veremos ya?
Los ojos de Philip se apartaron. Reparé en la corona que llevaba sobre la cabeza y el mundo se tambaleó. James se apuró a contenerme, evitando mi derrumbe. Las lágrimas presionaron para salir.
¿Cómo murió tu padre?— preguntó Lorena.
Murió en Camin Balduin— dijo Philip—. Lo asesinaron durante la boda de Gabrielle.
Philip le agradeció al capitán Jaques por traernos a salvo y entró al castillo con James, Lorena y yo. Nos reunimos en el salón del trono, alrededor de una mesa. Para entonces, mi llanto se detuvo y bebía una taza de té.
Los tuyos estarán bien— dijo Philip—. Ordené que les preparen habitaciones en el castillo.
¿Y qué hay de los grifos?— preguntó James—. Necesitan un cuidado especial.
Mi gente los cuidará como es debido, no te preocupes— Philip se volvió a Lorena—. Ahora me gustaría saber de ustedes ¿Cómo escaparon de Dermorn?
No escapamos de Dermorn, intentábamos entrar en él— dijo Lorena.
Philip levantó las cejas. Él suponía, como lo suponía mi padre desde que escapé de Camin Balduin, que estaba oculta en algún sitio de Dermorn. De hecho, tanta era su seguridad al respecto, que no existía búsqueda ni recompensa por encontrarme. Pensaban que, una vez terminado mi berrinche, regresaría por mi misma al castillo. Lorena le contó de su librería y como los caballeros de Starivia la destruyeron para hallarme. También habló de la mantícora y de la muerte de Evangeline.
Philip se inclinó sobre la mesa.
¿Entonces no saben lo que pasó?— preguntó.
Tú eres el único que nos dio una pista— dije. Mi tío recorrió las miradas expectantes que lo acosaban.
Dermorn fue invadido— dijo—. El rey de Starivia tomó Camin Balduin y, hasta donde sé, hizo prisioneros a tus padres.
Abrí la boca, pero no me salió la voz. El nudo en mi garganta se apretó más, amenazando con el retorno del llanto. Philip continuó hablando, instado por Lorena.
Mi padre y yo estuvimos ahí cuando sucedió todo… Supe que algo andaba mal cuando vi tantos soldados.
¿Qué sucedió?
Se aprovecharon de la confianza de Alexandre. Los Brendam planeaban tomar Camin Balduin durante la boda de Gabrielle. Pusieron soldados en sitios estratégicos durante la ceremonia y, para cuando entendimos lo que pasaba, ya era tarde… Ese dragón acabó con la vida de mi padre.
¿Qué dragón?— pregunté.
Orión, el dragón de Darbious— dijo Lorena. Philip asintió.
Aprovecharon la confianza de Alexandre. Los dragones son importantes en la cultura de Starivia, y habría sido un insulto no permitirle a Darbious llevar una bestia a la boda de su hijo. Como la ceremonia era símbolo de la paz entre Dermorn y Starivia, nadie pensó que lo espolearía contra los invitados— mi tío escondió el rostro entre las manos—. Sentí tanta vergüenza… Nunca debí abandonar el reino…
No podías imaginar que se cerrarían las fronteras— dijo Lorena—. Al apoderarse del castillo por la fuerza, el poder que los Deveraux tenían sobre el reino pasó a manos de Darbious. Ahora es él quien controla la frontera.
Es humillante— Philip tenía el rostro rojo—. Siempre creí ser bueno en el ajedrez, pero no vi como los Brendam hacían sus movimientos frente a mis narices. ¡Era tan obvio!
Recordé las veces que Philip y yo jugamos al ajedrez, durante sus visitas a Camin Balduin. A veces me dejaba hacer trampa, pero ni así podía ganarle. Siempre tenía un movimiento bajo la manga y yo terminaba cayendo en sus trampas.
Estaba demasiado alterada para sentir lástima.
¿Qué pasó con mi familia?— pregunté—. ¿Cómo sabes que aún vive?
No lo sé con certeza— asintió Philip—. Pero Darbious no matará a nadie hasta asegurarse el control del reino., cosa que ocurrirá muy pronto si no enviamos ayuda. Aunque mi gente lucha para evitarlo, las tropas de Starivia no paran de entrar a Dermorn.
¿Tienes algún plan?— preguntó James.
Estoy preparando un ejército para asaltar el reino.
Ejercito que de nada servirá si no puedes pasar La Torre Aura.
Lo sé, por eso estuve investigando— Philip se paró y caminó hacia una mesa repleta de libros. Regreso con un volumen bastante grueso entre los dedos—. Creo que podemos deshacernos del escudo mágico.


Gracias por leerme. ¿Entienden las explicaciones? Si hay algo que no entiendan de la historia, sería importante que me lo dijeran en los comentarios: así sabré lo que tengo que cambiar en cuanto empiece la reescritura, que espero sea pronto ¡Nos vemos!

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