Hola ¿Cómo están? Hoy
les comparto el capítulo diecinueve de La
princesa valiente.
Espero que les guste.
19
Voluntarios
— Te quitaste la venda—
dijo James, cuando me reuní con él en el pasillo. Caminaba hacia el
patio de armas.
— Lorena dijo que ya no
la necesito. Solo tengo una cicatriz aquí— metí los dedos entre
mi cabello y la rocé. James dejó de caminar y se volvió hacia mí.
— Madeleine— dijo—.
¿Todavía estás enojada conmigo?
— ¿Por lo del bosque?
— Por eso y lo que pasó
en La Torre del Abismo.
— No— admití—.
Pero no quiero hablar de eso ahora ¿vale?
— Entiendo…
Olvidamos el suceso y
continuamos por el pasillo. Si bien James aparecía en mis
pensamientos desde que desperté en el camarote del barco, una turbia
marea de miedos lo relegaba a un segundo lugar. Temía por mis padres
y mi hermano, capturados por el rey Darbious, y el corazón se me
retorcía de pena al entender que la boda de Gabrielle era un truco
para invadir Dermorn.
Además, James pasaba
demasiado tiempo ocupado luego de abandonar La Torre del Abismo. Era
la primera vez que estábamos solos desde que intentó besarme en el
bosque, y, como siempre que lo hacíamos pasaba algo malo, tal vez
era bueno terminar con esa práctica.
James les ordenó a los
suyos que se reunieran con él en el patio de armas. Cuando llegamos,
nos esperaban de pie en una línea y mi tía estaba con ellos.
Nos paramos frente al
grupo.
— Señoras y señores,
nuestra misión dio un giro inesperado— dijo James—. Lorena,
Madeleine y yo tenemos que continuar solos.
— ¿Y qué pasará con
nosotros?— preguntó Bianca.
— Regresarán a La
Torre del Abismo, sobre todo tú. Cuando tu padre sepa que te colaste
en la compañía, se pondrá furioso.
Lorena me contó que la
chica usó una pócima para dormir a una de las voluntarias del
viaje. Ella se robó su ropa y la imitó todo lo que pudo, para que
James no la enviara de vuelta a la torre. Cuando Ámbarin nos atacó
en el bosque, la chica había llegado muy lejos, y la victima de la
pócima recién despertaba de su sueño.
— ¿En verdad irá
solo, mi señor?— preguntó Nelson.
— Solo llevaré a un
par de voluntarios.
— Entonces tienes mi
espada…
— No, Nelson. Necesito
que te unas a Clive y lo ayudes con los preparativos. Si tenemos
éxito en nuestra misión, La Torre del Abismo tendrá que ir a la
guerra.
— Deseo ir con usted,
señor— dijo Oliver. El joven dio un paso al frente, con la mano
cerrada en la empuñadura de su espada. Bianca se paró junto a él.
— Yo también— dijo.
James frunció el ceño.
— ¿Tengo que atarte a
un grifo para que cumplas mis órdenes?— preguntó.
— ¿Por qué desprecias
mi ayuda?— dijo Bianca—. ¿Me discriminas por ser mujer?
James abrió la boca para
decir algo, pero desistió en el acto. Se volvió hacia mí.
— Decídelo tú—
dijo—. Esta es tú misión.
Miré a la chica. Recordé
lo que hizo por mí en el bosque y sentí que le debía un favor.
Además ¿Quién le dio la pócima para dormir? No vi brujos en La
Torre del Abismo.
— Que venga…— dije.
Bianca dio un saltito de alegría.
— ¡No!— Marcus, el
hermano de la chica, se adelantó—. No la deje ir, mi señor.
— Si ella quiere
hacerlo, no está en mí detenerla— dijo James—. Madeleine y yo
estamos en deuda con ella.
— Entonces los
acompañaré.
— Bien ¡Vengan los
dos!
James despidió al resto
de la compañía y les deseó un buen viaje. Más tarde, los vi desde
la ventana de mi habitación, alejándose al vuelo: solo seis
permanecimos en Castelburgo. Al amanecer, nos embarcamos en el navío
del capitán Jaques y partimos hacia Walm.
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