lunes, 23 de marzo de 2015

Fugitivos


Hola ¿Cómo están? Hoy va el capítulo once de La princesa valiente. Si todavía no lo saben, estoy feliz porque el viernes terminé de escribir esta novela. Todavía faltan varios capítulos para llegar, pero sigan adelante porque el final les va a encantar. Ahora sí, a leer.

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Fugitivos

Pasé la semana tomando fotografías. Esa noche hice una cartelera y me acosté a mirar las caras sonrientes de Lorena, de Marian y James. Vi la foto que nos tomé a Alison y a mí, preparadas para aplastar en voleibol a todos los chicos de la clase, e incluso una de Brittany con el ceño fruncido. Si algún día volvía a Dermorn, no quería olvidar a nadie.
Justo caía presa del sueño cuando un golpe me sobresaltó y volví la cabeza, con la mano en el pecho. Una silueta se recortaba en mi ventana.
¿Madeleine? ¿Estás despierta?
¿James?— abrí las cortinas y lo vi, agarrado al marco—. ¿Qué haces aquí?
¿Me dejas pasar?— sonrió—. Esto está un poco resbaloso…
Di un suspiro. Destranqué la ventana y la abrí de par en par. Tomé el brazo de James y lo ayudé a entrar.
Gracias…— dijo, quitándose el polvo de la ropa. Llevaba una chaqueta de cuero y botas bastante largas que apretaban las mangas de su vaquero. Sacudí la cabeza, intentando aclarar mis pensamientos.
¿Te das cuenta de la hora?— dije—. ¿Qué demonios hacías en mi ventana?
Vine a invitarte a salir.
¿A esta hora?
¿Qué te pasa? Una princesa debería estar acostumbrada a situaciones como esta.
Me agarré la cabeza.
¿A dónde quieres ir?— pregunté.
Quiero llevarte a bailar.
¿Contigo?
¿Con quién más?— James sonrió—. ¿Te gustaría?
Claro, pero…
¿Pero…?
Mi tía se enojará si nos oye— dije, empujando a James hacia la ventana—. No quiero que me encuentre con un chico en la habitación.
Pensé que estabas cansada de hacer lo que otros te dicen…
Me detuve. Miré sus ojos azules y la sonrisa que dibujaba en el rostro, anaranjado a las luces del alumbrado público. Fui consciente de mis manos apoyadas en su pecho y me sonrojé.
Estás loco ¿lo sabías?— me separé de James y caminé hacia el armario—. Nos vemos todos los días en el colegio. ¡Pudiste invitarme antes!
No habrías aceptado— dijo él. Saqué a la luz una percha con mi mejor vestido: era violeta, apenas tan largo para cubrir mis rodillas.
¿Puedes voltearte?— pregunté—. No quiero que me veas mientras me preparo.
¿Significa que vendrás?
¿Tengo otra opción? Jamás te irás si no lo hago…
Me puse el vestido y fui al baño para maquillarme en paz. Procuré tardar lo más que pude, como venganza.
¿Lista?— preguntó él. Tomé un lado del vestido y di una vuelta.
¿Necesitas un balde para baba?— me reí. Caminé hacia la ventana y mire abajo—. ¿Cómo subiste hasta aquí?
No pensarás salir por la ventana ¿o sí?
No tengo la llave de la tienda— dije, cruzándome de brazos—, y tampoco quiero molestar a mi tía.
¿Por qué tienen que complicarlo todo las mujeres?— James enhebró una pierna a través de la ventana y, con los dedos cerrados en el marco, me miró—. Yo bajo primero y luego te atrapo ¿vale?
No tuve tiempo de protestar. James sacó todo el cuerpo al exterior y se colgó del alfeizar. Asomé la cabeza por la ventana y se dejó caer. Ahogué un grito cuando lo vi aterrizar con el trasero.
¿Estás bien?— pregunté.
Si— dijo, limpiándose el vaquero—. Ahora te toca. Arrójate y yo te atrapo.
¿Seguro de que es buena idea? Yo puedo…
No protestes, confía en mí.
Me mordí el labio y, con los tacones en las manos, me paré en el alfeizar.
Aquí voy— dije. Cerré los ojos y me dejé caer. Los brazos de James se cerraron en torno a mí. Un segundo después, estábamos los dos en el suelo, abrazados.
Tienes un rico perfume— dijo James.
Es el que usa mi tía— sonreí. Me levanté y me coloqué los tacones antes de subir a la motocicleta de James.
Dejamos la maquina en un estacionamiento y seguimos caminando. No supe en qué zona Londres estábamos, pero las calles eran muy transitadas. Había varios restaurantes abiertos y los clubes nocturnos hervían de personas.
Hicimos fila en uno y esperamos. Reconocí el primer problema.
No dejan entrar a menores— dije a James.
¿Qué edad tienes?
En realidad, diecisiete. Según mi identificación, dieciséis…
No se la pide a todos— me tranquilizó James—. Por lo general, no les ponen muchas barreras a las chicas. Incluso pagas la mitad de la entrada.
Nos tomamos de la mano y nos acercamos a la puerta. El fortachón que la custodiaba interpuso un brazo.
Identificación— pidió.
James le entregó la suya y este la miró. Como no encontró nada fuera de lugar, se la devolvió. Íbamos a seguir cuando el hombre volvió a cerrarnos el paso.
¿Qué hay de ti, muñeca?— me dijo.
¿A quién le dices muñeca?— cerré los puños y enfrenté al fortachón. James se interpuso entre ambos.
Tranquilízate, mi amor— dijo. Rodeó mi cintura y me plantó un beso en la mejilla. Se volvió al sujeto—, Disculpe a mi novia: se pone un poco furiosa cuando le dicen muñeca.
¿Este sujeto es tu novio?— preguntó el fortachón.
Claro— dije. Me paré en la punta de los cacos y di a James un beso en el pómulo. Le pellizqué el cachete—. No sé qué haría sin mi Jimmy.
El fortachón nos quedó mirando.
Vale, me convencieron— se movió de en medio—. Pasen antes de que me arrepienta.
Entramos al club.
¿Cómo que soy tu novia?— golpeé el pecho de James con la mano abierta—. ¡Casi me besas en la boca!
Tenía que improvisar— dijo él—. Casi te agarras a golpes con un sujeto diez veces más grande que tú.
No golpearía a una mujer.
Pero a mí sí.
Apenas escuché eso último. La música en el local estaba tan alta que te apuñalaba los tímpanos. Eso, sumado a la gente que empujaba por todas partes, y a las luces de colores que prendían y apagaban sin parar, contribuyó a marearme. Apreté la mano de James y dejé que me guiara por el local.
Seguimos hasta la pista de baile. James se rió de mí.
¿Por qué haces una reverencia?— preguntó.
¿Qué tiene?
Olvida las ceremonias de Dermorn. Tienes que soltar el cuerpo y dejarte llevar por la música—. James levantó los brazos y movió la cadera—. ¿Lo ves?
¿Qué te parece así?— subí los brazos y moví la cadera igual que él.
Perfecto…
Dejé que James me tomara de las manos y las sacudiera. Era un gran bailarín. Me dio vueltas y me llevó como quiso por la pista. Bailamos y reímos por más de una hora.
La profesora quiere volver a organizar otro torneo entre colegios— le dije a James. Salimos del baile y paseamos de regreso a la motocicleta. Cada uno abrazaba la cintura del otro.
¿Cuántos equipos les queda por vencer en la escuela?
Solo dos. Alison y yo estamos muy ilusionadas. Sería lindo participar en ese torneo…
Si tú y las chicas siguen jugando así, lo lograrán.
Es una lástima que no haga un torneo de baile— sonreí—. Entonces serías el ganador.
No es cierto, pero gracias— James dejó de caminar y me miró a los ojos—. Me divertí mucho bailando contigo.
Yo igual— dije. Estábamos justo ante la entrada de un callejón. James me tomó de las manos y nos internamos en él.
Madeleine— dijo, una vez ocultos del brillo del alumbrado público—. Tú me gustas.
Me sonrojé.
Lo dices como si no fuera obvio— dije.
¿Tengo alguna oportunidad contigo?
Solo si me besas ya.
James sonrió. Me envolvió la cintura y juntamos nuestros labios.

Gracias por leerme. Antes de despedirme, quiero contarles que la inspiración para escribir este capítulo me llegó mientras escuchaba una de mis canciones preferidas: 1973, de James Blunt. Abajo les dejo un enlace al All the lost souls, porque me encanta la versión del álbum. 1973 es la primera canción.


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