lunes, 2 de marzo de 2015

Un comienzo accidentado


Hola ¿Cómo están? Les prometí que esta semana habría dos capítulos de La princesa valiente y es hora de empezar a cumplir. Hoy publico el séptimo y el miércoles va el que sigue. Espero que les guste.


Capítulo 7
Un comienzo accidentado

Crucé la librería. Mi tía, concentrada en clasificar una partida de libros nuevos, levantó la cabeza al escucharme.
— ¿Te vas?
— Si, no quiero llegar tarde mi primer día— dije, apretando mis cuadernos sobre el pecho.
— Recuerda nuestro acuerdo: ni bien salgas te vienes aquí. Tienes que cuidar la librería mientras voy a ese trabajo en Surrey…
— No te preocupes, no fallaré.
La campanilla de la puerta sonó y las calles me recibieron. Me apresuré hasta la parada del autobuses: el colegio no estaba tan lejos como para ir en el metro. Llegué a tiempo para abordar el mío y me acomodé en un asiento, procurando actuar como una chica normal. Me llevé una grata sorpresa.
— Hola, Madeleine— la chica del asiento contiguo me saludó con un beso.
— ¿Cómo estás, Alison? ¿Te gustó el libro que te recomendé?
— ¡Fue tan romántico!— abrió la mochila y sacó el libro—. Lo traje para mostrárselo a mis amigas.
— Qué bien…— miré el escudo en su uniforme del colegio: era igual al mío. Ella también lo notó.
— ¿Vas al mismo colegio que yo?— preguntó.
— Así parece…
— ¿Y en qué grado estás?
— Quinto…
— ¡Igual que yo! ¿Te imaginas que nos toque en la misma clase?
— Ojalá… Con una cara conocida no me sentiría tan nerviosa.
— ¿Te da nervios el comienzo de clases?
— Es la primera vez que vengo a un colegio de Londres.
— Es cierto… tú venías de Glasgow ¿verdad?
— Si…— Alison y yo nos conocimos en la librería. Librería que yo atendía todas las tardes como parte de un acuerdo.
Resulta que Lorena se dedicaba a conseguir soluciones mágicas a los problemas de la gente. Todos los días, alguien subía con ella al apartamento y bajaba con uno de los frasquitos que estaban en el armario de la sala. Mi segundo día en Londres, la vi bajar del apartamento con un maletín cargado de todo un arsenal de pociones, y me dejó al cuidado del comercio mientras iba a resolver un problema extraño, uno que requería su presencia. Al anochecer, nos reunimos a cenar y me lo explicó todo.
— Evangeline me envía muchos clientes— me dijo—. Aunque tu papá nos dio algo de dinero para subsistir fuera de Dermorn, a ella se le ocurrió retomar el negocio que llevaba cuando vivía en Argelia, antes de enamorarse de mi padre.
— Entonces la librería es una cortina de humo ¿no?
— Siempre me gustaron los libros. Vine a Londres para expandir el negocio de las soluciones mágicas, porque me sentía preparada para afrontarlo sola. Una vez aquí, empecé a acumular libros, como era mi costumbre, y se me ocurrió que era buena idea tener una librería.
Explicado esto, no pude quedarme de brazos cruzados. Le ofrecí atender su librería mientras ella se ocupaba de otros asuntos, y me permitió hacerlo.
No me quejé. Era agradable conocer gente nueva y enterarme de todo lo que pasaba en ese mundo. Cuando no tenía clientes, limpiaba y practicaba algunos movimientos de espada con la escoba. También leí mucho. En un par de ocasiones espié los libros de brujería de mi tía.
Justo estaba en ello cuando conocí a Alison.
— ¡Que libro tan raro!— me dijo—. ¿Está a la venta?
— No— dije. Cerré el libro y lo mandé al fondo de una pila de volúmenes—. Es una vieja reliquia familiar.
— ¿En serio? ¡Ojalá mi familia me heredara libros! Lo único que tengo de ellos son mis rasgos asiáticos. Aunque es bueno, no me sirven de mucho…
— ¿De donde son tus padres?
— Ellos son de aquí, pero mis abuelos vinieron de Japón.
— ¿Por qué vinieron hasta aquí?
— No sé. Nunca responden a mis preguntas.
— Sabes, creo que tengo algunos libros de autores japoneses… ¿Te interesaría?
— ¡Por supuesto!
Hablamos durante una hora, metidas entre libros. Desde entonces, la chica apareció por la librería casi todas las tardes.
Bajamos del autobús y entramos al colegio, charlando. Al ver nuestros horarios, supimos que nos tocaba en la misma clase.
— La gente es muy extraña por aquí— Comenté, mientras esperábamos junto a las puertas del salón. Alison levantó una ceja.
— ¿Extraña?
— Mira ese grupo de chicas— lo señalé. Tenían las miradas fijas en pequeños aparatos llenos de luces—. ¿Para qué están juntas si no hablan entre sí?
— Son las populares: Internet es el aire que respiran.
— ¿Populares?
— Claro, el mayor cliché de la literatura juvenil… ¿No las había en Glasgow?
— No…
— Tienes suerte. Las populares  son las peores personas que puedes encontrar sobre la tierra, pero como tienen dinero, todos las adoran y las siguen como ejemplo.
— ¿Solo porque tienen dinero? ¡Es una tontería!
— Habla más bajo— dijo Alison. Una de las chicas advirtió nuestras miradas. Se hizo espacio y caminó hacia nosotras con exagerados movimientos de cadera.
— ¿A quién tenemos aquí, chicas?— preguntó a dos de sus amigas—. ¿De dónde te conozco?
— Déjame en paz, Brittany…— dijo Alison.
— ¡Pero si es la chinita!— exclamó Brittany, poniéndose la mano sobre el pecho—. Con todo lo que pasó el año pasado, pensé que desistirías de seguir en el colegio. No hay resentimientos ¿verdad?
— No…— Alison bajó el rostro, ocultando el rubor que se extendía en él. Brittany la obligó a subir la cabeza.
— ¿Qué te pasa? ¿Tienes ganas de llorar? ¿No te alcanzó con las lágrimas que derramaste el año pasado?
— ¡Déjala en paz!— grité. Cerré los dedos en la muñeca de Brittany y le hice bajar el brazo. Se soltó de mi agarre.
— ¿Tú quien eres?— preguntó. Sus labios formaron una sonrisa—. ¿Será lo que creo? ¿La chinita tiene novia?
— Deja de molestar a Alison o te las verás conmigo.
Brittany y sus amigas se rieron.
— ¿Me estás amenazando?
— Te estoy advirtiendo— avancé un paso y quedé de frente a Brittany—. No quiero que molestes a mi amiga.
— ¿Hay algún problema, chicas?— la voz nos sacó del letargo a las dos. Subí la mirada y vi al hombre. Me quedé colorada.
— No se preocupe, profesor. Solo saludaba a una vieja amiga— dijo Brittany. Consultó el reloj en su muñeca y se volvió a sus amigas—. Vamos, chicas. Se hace tarde.
El profesor me dirigió una mirada rápida antes de abrir el salón de clases. Al entrar, me ubiqué en un pupitre contiguo al de Alison.
— ¿Qué te hicieron esas locas?— le pregunté, cubierta por el barullo de los estudiantes.
— El año pasado me hicieron algunas bromas— dijo Alison, sin volverse.
— ¿Qué clase de bromas?
— Niñerías.
— Uno no llora por niñerías.
Alison no me habló por un minuto.
— Me pintaron el cabello de verde— dijo—. Eso fue en una ocasión. En otra, me tomaron desprevenida después de la clase de educación física. Me robaron la ropa mientras me duchaba. Esperé cerca de una hora hasta que alguien vino y pude pedir ayuda.
— ¿No se lo contaste a nadie?
— ¡Por supuesto que sí! Se lo conté al director en persona.
— ¿Y qué hizo?
— ¿Qué crees? Brittany es la hija de uno de los abogados más prestigiosos de Londres, y eso la hace una estudiante muy valiosa para un colegio público. El director perdería a cien estudiantes como yo antes que perderla a ella.
— ¡Eso es injusto!
— Bienvenida al mundo real…
Alison dejó de hablar para prestarle atención al profesor de química. Quise hacer lo mismo, pero no acababa de digerir lo que dijo mi amiga, cuando la puerta se abrió y todas las cabezas se volvieron en su dirección. Se asomó un joven.
— Permiso, profesor— dijo—. Tuve que alcanzar a mi hermana a la escuela y se me hizo tarde. Disculpe.
— Adelante. Siéntese en aquel pupitre. Al salir, tendrá que pedir los apuntes: estoy dictando las actividades para todo el año.
— Entendido…
El joven se abrió paso entre los bancos y se detuvo al reparar en mí. Apreté los labios y agaché la cabeza. James Grisham siguió y se sentó a mi lado…
El profesor se dio vuelta para escribir en el pizarrón.
— ¿Qué haces aquí?— pregunté en voz baja.
— Yo podría preguntarte lo mismo— dijo James, moviendo el bolígrafo sobre el papel.
— ¿Me estás persiguiendo?
— Para nada.
— ¿Y por qué estás en la misma clase que yo?
— Buena pregunta. ¿Por qué no se la haces a quien arma los horarios de los estudiantes?
— Tú saboteaste algo: me juego la cabeza.
— No estoy tan loco como tú.
— Si piensas que me conquistarás con esta jugarreta, estás equivocado.
— Quien se equivoca eres tú. ¿Por qué no admites que estás enamorada de mí?
— ¡No estoy enamorada de ti!
— ¿No? ¿Y por qué te apuntaste al mismo colegio al que vengo hace años?
— ¿Quién demonios te crees para…?
— ¡Señorita Becker!— exclamó el profesor—. ¿Quiere que la retire de la clase?
— No, señor…
— Entonces haga silencio. Ya es la segunda llamada de atención que le hago en el día. A la tercera, la haré retirar.
El profesor se volvió al pizarrón y yo quise que me tragara la tierra. Miré a James a través de mi cabello y vi que esbozaba una sonrisa. Cerré el puño, deseando golpearlo.
Cuando tocó el timbre, me apresuré a abandonar el salón. James me interceptó en el pasillo.
— Déjame en paz— dije sin detenerme.
— ¿Qué tienes contra mí? ¿Sigues mal por lo del torneo?
— Si.
— ¡Pensé que eso estaba claro!
— ¿Porque me trajiste volando en tu grifo? ¡Tú y yo no somos amigos!
— Lo sé. Pero tampoco somos enemigos.
— ¿A quién le importa?
Me escabullí hasta el baño de chicas e interpuse la puerta entre nosotros. James siguió hablando.
— A mi me importa— dijo—. Te haces una imagen equivocada de lo que soy.
— ¡Déjame en paz!
— Bien… ¡Si la señorita terca lo quiere! ¡Adiós!
Me quedé en el baño el resto del recreo.


Gracias por leerme. Aunque me corrieron sin aviso la fecha del examen de Contabilidad (para el próximo viernes), planeo retomar la escritura del libro en esta semana. El sábado pasado me puse a leer desde este capítulo hasta el decimo, y me pareció que la historia iba bastante bien. Necesita modificaciones, por supuesto, pero son mínimas en comparación con algunas que tengo que hacer a partir del capítulo diecisiete, pero ya veremos cuando llegue el momento de publicarlo aquí.
Antes de terminar este post, quiero mandar un saludo especial a la gente que me lee desde Estados Unidos. Es un misterio para mí el por qué, pero, después de Uruguay (Que es mi país), es el lugar en el que tengo más visitas. Le sigue México, España y Venezuela, y ya que estoy con saludos, también se los mando a los que me siguen desde esos lugares.

Ok. Los dejo para que sigan con sus asuntos. Si les gustó el `post, compártanlo. Pueden seguirme en Google+ y en Facebook: los botones de contacto están a la derecha. No olviden pasarse por aquí el miércoles ¡Nos vemos!

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