Hola ¿Cómo están?
Les prometí que esta semana habría dos capítulos de La princesa valiente y es
hora de empezar a cumplir. Hoy publico el séptimo y el miércoles va el que
sigue. Espero que les guste.
Capítulo 7
Un comienzo accidentado
Crucé la librería.
Mi tía, concentrada en clasificar una partida de libros nuevos, levantó la
cabeza al escucharme.
— ¿Te vas?
— Si, no quiero
llegar tarde mi primer día— dije, apretando mis cuadernos sobre el pecho.
— Recuerda nuestro
acuerdo: ni bien salgas te vienes aquí. Tienes que cuidar la librería mientras
voy a ese trabajo en Surrey…
— No te preocupes,
no fallaré.
La campanilla de la
puerta sonó y las calles me recibieron. Me apresuré hasta la parada del
autobuses: el colegio no estaba tan lejos como para ir en el metro. Llegué a
tiempo para abordar el mío y me acomodé en un asiento, procurando actuar como
una chica normal. Me llevé una grata sorpresa.
— Hola, Madeleine—
la chica del asiento contiguo me saludó con un beso.
— ¿Cómo estás,
Alison? ¿Te gustó el libro que te recomendé?
— ¡Fue tan
romántico!— abrió la mochila y sacó el libro—. Lo traje para mostrárselo a mis
amigas.
— Qué bien…— miré
el escudo en su uniforme del colegio: era igual al mío. Ella también lo notó.
— ¿Vas al mismo
colegio que yo?— preguntó.
— Así parece…
— ¿Y en qué grado
estás?
— Quinto…
— ¡Igual que yo!
¿Te imaginas que nos toque en la misma clase?
— Ojalá… Con una
cara conocida no me sentiría tan nerviosa.
— ¿Te da nervios el
comienzo de clases?
— Es la primera vez
que vengo a un colegio de Londres.
— Es cierto… tú
venías de Glasgow ¿verdad?
— Si…— Alison y yo
nos conocimos en la librería. Librería que yo atendía todas las tardes como
parte de un acuerdo.
Resulta que Lorena
se dedicaba a conseguir soluciones mágicas a los problemas de la gente. Todos
los días, alguien subía con ella al apartamento y bajaba con uno de los
frasquitos que estaban en el armario de la sala. Mi segundo día en Londres, la
vi bajar del apartamento con un maletín cargado de todo un arsenal de pociones,
y me dejó al cuidado del comercio mientras iba a resolver un problema extraño,
uno que requería su presencia. Al anochecer, nos reunimos a cenar y me lo
explicó todo.
— Evangeline me
envía muchos clientes— me dijo—. Aunque tu papá nos dio algo de dinero para
subsistir fuera de Dermorn, a ella se le ocurrió retomar el negocio que llevaba
cuando vivía en Argelia, antes de enamorarse de mi padre.
— Entonces la
librería es una cortina de humo ¿no?
— Siempre me
gustaron los libros. Vine a Londres para expandir el negocio de las soluciones
mágicas, porque me sentía preparada para afrontarlo sola. Una vez aquí, empecé
a acumular libros, como era mi costumbre, y se me ocurrió que era buena idea
tener una librería.
Explicado esto, no
pude quedarme de brazos cruzados. Le ofrecí atender su librería mientras ella
se ocupaba de otros asuntos, y me permitió hacerlo.
No me quejé. Era
agradable conocer gente nueva y enterarme de todo lo que pasaba en ese mundo.
Cuando no tenía clientes, limpiaba y practicaba algunos movimientos de espada
con la escoba. También leí mucho. En un par de ocasiones espié los libros de
brujería de mi tía.
Justo estaba en
ello cuando conocí a Alison.
— ¡Que libro tan
raro!— me dijo—. ¿Está a la venta?
— No— dije. Cerré
el libro y lo mandé al fondo de una pila de volúmenes—. Es una vieja reliquia
familiar.
— ¿En serio? ¡Ojalá
mi familia me heredara libros! Lo único que tengo de ellos son mis rasgos
asiáticos. Aunque es bueno, no me sirven de mucho…
— ¿De donde son tus
padres?
— Ellos son de
aquí, pero mis abuelos vinieron de Japón.
— ¿Por qué vinieron
hasta aquí?
— No sé. Nunca
responden a mis preguntas.
— Sabes, creo que
tengo algunos libros de autores japoneses… ¿Te interesaría?
— ¡Por supuesto!
Hablamos durante
una hora, metidas entre libros. Desde entonces, la chica apareció por la
librería casi todas las tardes.
Bajamos del autobús
y entramos al colegio, charlando. Al ver nuestros horarios, supimos que nos
tocaba en la misma clase.
— La gente es muy
extraña por aquí— Comenté, mientras esperábamos junto a las puertas del salón.
Alison levantó una ceja.
— ¿Extraña?
— Mira ese grupo de
chicas— lo señalé. Tenían las miradas fijas en pequeños aparatos llenos de
luces—. ¿Para qué están juntas si no hablan entre sí?
— Son las populares:
Internet es el aire que respiran.
— ¿Populares?
— Claro, el mayor
cliché de la literatura juvenil… ¿No las había en Glasgow?
— No…
— Tienes suerte.
Las populares son las peores personas
que puedes encontrar sobre la tierra, pero como tienen dinero, todos las adoran
y las siguen como ejemplo.
— ¿Solo porque
tienen dinero? ¡Es una tontería!
— Habla más bajo—
dijo Alison. Una de las chicas advirtió nuestras miradas. Se hizo espacio y
caminó hacia nosotras con exagerados movimientos de cadera.
— ¿A quién tenemos
aquí, chicas?— preguntó a dos de sus amigas—. ¿De dónde te conozco?
— Déjame en paz,
Brittany…— dijo Alison.
— ¡Pero si es la
chinita!— exclamó Brittany, poniéndose la mano sobre el pecho—. Con todo lo que
pasó el año pasado, pensé que desistirías de seguir en el colegio. No hay
resentimientos ¿verdad?
— No…— Alison bajó
el rostro, ocultando el rubor que se extendía en él. Brittany la obligó a subir
la cabeza.
— ¿Qué te pasa?
¿Tienes ganas de llorar? ¿No te alcanzó con las lágrimas que derramaste el año
pasado?
— ¡Déjala en paz!—
grité. Cerré los dedos en la muñeca de Brittany y le hice bajar el brazo. Se
soltó de mi agarre.
— ¿Tú quien eres?—
preguntó. Sus labios formaron una sonrisa—. ¿Será lo que creo? ¿La chinita
tiene novia?
— Deja de molestar
a Alison o te las verás conmigo.
Brittany y sus
amigas se rieron.
— ¿Me estás
amenazando?
— Te estoy
advirtiendo— avancé un paso y quedé de frente a Brittany—. No quiero que
molestes a mi amiga.
— ¿Hay algún
problema, chicas?— la voz nos sacó del letargo a las dos. Subí la mirada y vi
al hombre. Me quedé colorada.
— No se preocupe,
profesor. Solo saludaba a una vieja amiga— dijo Brittany. Consultó el reloj en
su muñeca y se volvió a sus amigas—. Vamos, chicas. Se hace tarde.
El profesor me
dirigió una mirada rápida antes de abrir el salón de clases. Al entrar, me
ubiqué en un pupitre contiguo al de Alison.
— ¿Qué te hicieron
esas locas?— le pregunté, cubierta por el barullo de los estudiantes.
— El año pasado me
hicieron algunas bromas— dijo Alison, sin volverse.
— ¿Qué clase de
bromas?
— Niñerías.
— Uno no llora por
niñerías.
Alison no me habló
por un minuto.
— Me pintaron el
cabello de verde— dijo—. Eso fue en una ocasión. En otra, me tomaron
desprevenida después de la clase de educación física. Me robaron la ropa
mientras me duchaba. Esperé cerca de una hora hasta que alguien vino y pude
pedir ayuda.
— ¿No se lo
contaste a nadie?
— ¡Por supuesto que
sí! Se lo conté al director en persona.
— ¿Y qué hizo?
— ¿Qué crees?
Brittany es la hija de uno de los abogados más prestigiosos de Londres, y eso
la hace una estudiante muy valiosa para un colegio público. El director
perdería a cien estudiantes como yo antes que perderla a ella.
— ¡Eso es injusto!
— Bienvenida al
mundo real…
Alison dejó de
hablar para prestarle atención al profesor de química. Quise hacer lo mismo,
pero no acababa de digerir lo que dijo mi amiga, cuando la puerta se abrió y
todas las cabezas se volvieron en su dirección. Se asomó un joven.
— Permiso,
profesor— dijo—. Tuve que alcanzar a mi hermana a la escuela y se me hizo
tarde. Disculpe.
— Adelante.
Siéntese en aquel pupitre. Al salir, tendrá que pedir los apuntes: estoy
dictando las actividades para todo el año.
— Entendido…
El joven se abrió
paso entre los bancos y se detuvo al reparar en mí. Apreté los labios y agaché
la cabeza. James Grisham siguió y se sentó a mi lado…
El profesor se dio
vuelta para escribir en el pizarrón.
— ¿Qué haces aquí?—
pregunté en voz baja.
— Yo podría
preguntarte lo mismo— dijo James, moviendo el bolígrafo sobre el papel.
— ¿Me estás
persiguiendo?
— Para nada.
— ¿Y por qué estás
en la misma clase que yo?
— Buena pregunta.
¿Por qué no se la haces a quien arma los horarios de los estudiantes?
— Tú saboteaste
algo: me juego la cabeza.
— No estoy tan loco
como tú.
— Si piensas que me
conquistarás con esta jugarreta, estás equivocado.
— Quien se equivoca
eres tú. ¿Por qué no admites que estás enamorada de mí?
— ¡No estoy
enamorada de ti!
— ¿No? ¿Y por qué
te apuntaste al mismo colegio al que vengo hace años?
— ¿Quién demonios
te crees para…?
— ¡Señorita
Becker!— exclamó el profesor—. ¿Quiere que la retire de la clase?
— No, señor…
— Entonces haga
silencio. Ya es la segunda llamada de atención que le hago en el día. A la
tercera, la haré retirar.
El profesor se
volvió al pizarrón y yo quise que me tragara la tierra. Miré a James a través
de mi cabello y vi que esbozaba una sonrisa. Cerré el puño, deseando golpearlo.
Cuando tocó el
timbre, me apresuré a abandonar el salón. James me interceptó en el pasillo.
— Déjame en paz—
dije sin detenerme.
— ¿Qué tienes
contra mí? ¿Sigues mal por lo del torneo?
— Si.
— ¡Pensé que eso
estaba claro!
— ¿Porque me
trajiste volando en tu grifo? ¡Tú y yo no somos amigos!
— Lo sé. Pero
tampoco somos enemigos.
— ¿A quién le
importa?
Me escabullí hasta
el baño de chicas e interpuse la puerta entre nosotros. James siguió hablando.
— A mi me importa—
dijo—. Te haces una imagen equivocada de lo que soy.
— ¡Déjame en paz!
— Bien… ¡Si la
señorita terca lo quiere! ¡Adiós!
Me quedé en el baño
el resto del recreo.
Gracias por leerme.
Aunque me corrieron sin aviso la fecha del examen de Contabilidad (para el
próximo viernes), planeo retomar la escritura del libro en esta semana. El
sábado pasado me puse a leer desde este capítulo hasta el decimo, y me pareció
que la historia iba bastante bien. Necesita modificaciones, por supuesto, pero
son mínimas en comparación con algunas que tengo que hacer a partir del capítulo
diecisiete, pero ya veremos cuando llegue el momento de publicarlo aquí.
Antes de terminar
este post, quiero mandar un saludo especial a la gente que me lee desde Estados
Unidos. Es un misterio para mí el por qué, pero, después de Uruguay (Que es mi
país), es el lugar en el que tengo más visitas. Le sigue México, España y
Venezuela, y ya que estoy con saludos, también se los mando a los que me siguen
desde esos lugares.
Ok. Los dejo para
que sigan con sus asuntos. Si les gustó el `post, compártanlo. Pueden seguirme
en Google+ y en Facebook: los botones de contacto están a la derecha. No
olviden pasarse por aquí el miércoles ¡Nos vemos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario