lunes, 16 de marzo de 2015

La fotografía



Hola ¿Cómo están? Antes de dejarlos con el capítulo diez de La princesa valiente, quiero contarles que el sábado volví a trabajar en la novela. Me puse a leerla a partir de este capítulo, y ya esa noche tuve la iluminación que necesitaba. Como saben, tuve que abandonarla un poco para ordenar las ideas. Ahora que lo veo todo claro, espero poder acabar con el libro esta misma semana. Sin más, los dejo con la lectura.

10
La fotografía

Mañana es la boda de Gabrielle— comentó Lorena.
¿En serio? ¡Qué rápido pasa el tiempo!— exclamé. Esperaba la llegada de James, sentada en el mostrador de la librería—. ¿Crees que sea sensato enviarle mis felicitaciones?
No creo. Si le envías un mensaje, tu padre lo rastreará hasta aquí. Y si eso ocurre, no quiero estar en tus zapatos: hasta donde él sabe, estás escondida en algún sitio de Dermorn.
Lo sé…—. Las bodas me aburrían, pero, aunque Gabrielle y yo no éramos muy allegadas, me producía un raro vacío perderme la suya—. ¿Tú estás invitada?
No soy bienvenida en Dermorn ¿recuerdas?— Lorena sonrió—. Eso no significa que no tenga amigos allí. Catherine y Danielle son mis informantes más fieles en el reino.
Escuché el ruido de un motor y me volví. James me saludó desde la acera.
Es él— dije. Lorena me despidió con un beso.
Cuídate…
Salí de la tienda y subí a la motocicleta de James. Su casa apareció enseguida. Nos metimos por el caminillo de un jardín y paramos ante el porche de la casa. Marian nos recibió en la puerta.
Hola ¡Qué preciosa estás!— la saludé.
¿Te gusta?— la niña tomó un lado de su vestido azul y dio una vuelta.
Me encanta. Tienes buen gusto.
Siempre fue coqueta—. Una mujer se acercó y me saludó—. Me llamo Lilly: soy su mamá.
Es un placer. Yo soy…
Madeleine, lo sé. Marian me lo dijo.
James entró a la casa.
Qué olor tan rico, mamá— dijo—. ¿La cena está lista?
Solo los esperábamos— dijo Lilly—. Marian y yo pusimos la mesa.
Sin más, los cuatro nos reunimos en el comedor. El olor del cordero me hizo salivar. Estaba picado y fritado con cebollas, zanahorias y otras verduras, y cubierto con una capa de puré de patatas. Esta crujió cuando le clavé el tenedor. Luego de recibir mis alabanzas por la comida, Lilly me contó que era chef en un restaurante del distrito de Soho, cerca de Oxford Street.
Pero ustedes no son de aquí ¿verdad?
Lilly miró a James, indecisa.
Madeleine sabe que soy un caballero— dijo él. Su madre se sorprendió.
Yo vengo de Dermorn— dije—. Presencié el torneo que se organizó ante los muros de Camin Balduin el último verano.
¡Lo sabía!— exclamó Marian. Lilly sonrió.
Ya decía que tu acento era muy raro— dijo, y bajó la cabeza—. Tienes razón. Yo soy de aquí, pero mis hijos, no. Tampoco lo era su padre.
Lilly hizo silencio. Miré a James buscando una explicación, pero él evitó poner los ojos en mí. Como nadie habló, Marian me acribilló a preguntas sobre Dermorn. Le respondí con gusto, y cuando le conté de mi hermano, se puso colorada. Solo omití que ambos éramos príncipes y que mi padre era el rey.
Después de la cena, fuimos a la sala y me senté con James en el sofá. Su mamá se quedó en la cocina, lavando los platos y preparando té, y su hermana corrió a su habitación a buscar algo que quería mostrarme.
Disculpa si incomodé a tu familia— dije—. No fue mi intención...
No te preocupes— dijo James—. Es que el recuerdo de papá nos pone tristes a todos. Él murió antes de que naciera Marian.
Lo siento…
No lo sientas. Murió como un caballero, luchando por proteger a gente inocente.
¿También era caballero?
Era el señor de La Torre del Abismo, y fue un gran caballero. Siempre participó de torneos y ayudaba a la gente que lo necesitaba. Mamá es una de las tantas personas a las que rescató de una muerte segura: la salvó de ahogarse en un río.
Si tu familia tiene un castillo ¿por qué no viven en él?
Mi madre no soportó los recuerdos que le traían esas paredes. Cuando nació Marian, dejó el castillo al cuidado de Clive Ardream, el pupilo más fiel a mi padre, y nos trajo a vivir a Londres. Todos los veranos nos lleva para que visitemos nuestro legado y para que yo entrene para ser un caballero, igual que mi padre.
Entiendo…
Por eso les mentí sobre el torneo— James hablaba con la vista perdida en algún pensamiento doloroso—. Cuando llegó la invitación para el heredero del gran Joseph Grisham, supe que no podía decepcionarlas. Me coloqué la armadura de mi padre y partí a Dermorn junto a Clive Ardream y el resto de los caballeros invitados al torneo… Pero no pude regresar con ellos. No después de la manera en que perdí ante…
No terminó la frase. Acuné una de sus manos entre las mías y él me miró.
Se lo que es eso— dije—. Entiendo lo que es sentirse obligado a hacer algo solo por satisfacer a tu familia, solo para que tus padres estén orgullosos de ti.
Dices eso pero abandonaste tu reino a escondidas.
Lo hice porque me cansé de que la gente me diga como tengo que actuar, de que me obliguen a coser en vez de dejarme practicar con la espada, y de pasar el día entero encerrada en una torre. Quería ser libre para elegir, igual que cualquier mujer de este mundo.
James se rió.
Esta charla es de lo más rara ¿te das cuenta?
La princesa que quiere ser una chica común y el chico que quiere ser caballero…
Sonreí y me quedé mirándolo. Un destello son sobresaltó.
¡Marian!— exclamó James. La niña, todavía apoyada en el respaldo del otro sillón, soltó una risita.
¿No te gusta mi cámara de fotos?
Marian rodeó el sillón y me puso un papel negro en las manos. En un pestañeo, apareció una imagen de James y yo, tomados de la mano. Me sonrojé.
Eres una pilla ¿te lo han dicho?
Voy regalarte mi cámara— dijo ella—. Si alguna vez regresas a Dermorn, quiero que saques fotografías para mí.
La niña me dio la cámara y yo asentí.
Trato hecho.

Gracias por leerme. ¿Son de tomarse muchas fotografías? Yo no, pero es porque no tengo una cámara buena. Hace poco estuve leyendo sobre el tema y me parece un arte muy interesante. Comenten y, si les gustó el post, compártanlo. También pueden agregarme en Google+ o en Facebook. Los botones están a la derecha. ¡Nos vemos!

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